24.1.12

Una perra


Dos perros, macho y hembra, comienzan a pelear. No es claro quién comienza, hay más perros alrededor, pero estos dos son los que se ensañan con furia, se muestran los dientes largando saliva entre gruñido y ladrido, saltan en las patas delanteras hasta que se muerden arrancándose trozos de piel y pelo. Están así durante al menos media hora hasta que el macho ya empieza a recular malherido y se agazapa en una esquina. Se lame las heridas aún tembloroso por los nervios, recostado en el suelo de tierra.
Es entonces cuando la perra empieza a rodearlo con su celo ardiente, se acerca, él se pone de pie y comienza a mover la cola erguido, tirando las orejas hacia atrás, oliéndole la cola a ella. Las heridas que supuran no parecen importarle ya. Olvidada del odio inmediatamente anterior a la escena, comienza la hembra a dar tumbos, alternando su cara con la cola, de manera que él la huela. El perro enloquece aún más.

Finalmente la monta, no sin que la perra gruña un poco al subirse él en el lomo y forzar el cuello hacia atrás como intentando morderlo. En el momento en que empiezan a copular, los dos parecen estar concentrados, pero en otra cosa. Es como si cada uno estuviera pensando en lo que tienen que hacer mañana, mirando ella de estar quieta y él de balancearse correctamente mientras mira hacia el costado. La unión es meramente corporal y sus mentes parecen estar en otro sitio.
El acto no dura más de cinco minutos, hasta que el macho para e intenta salirse. La hembra llora con auténtico dolor, se le ve en los ojos que el placer ya se ha disipado. Sí, esa que hace una hora parecía una asesina, que le hizo ver las estrellas al pobre macho impaciente; ahora no es más que una víctima de sí misma, sufriendo dolorida. El macho no consigue salir, por lo que en una maniobra inexplicable, da una media vuelta y aún enganchado, queda mirando con la cara hacia el lado opuesto del de ella. Los dos, culo a culo, van arañando el suelo en una sinchada agónica de órganos reproductores que no se quieren separar aún.

El interés de uno por el otro ya es nulo, seguramente si se encontraran por la calle de aquí a unos días, se repetirá el procedimiento sin más, sin apenas recordar que ha pasado antes.

Dos meses después, nacen once cachorros, uno tras otro, en intervalos de media hora. La primera, una hembrita, ha estado a punto de morir por la inexperiencia de la madre que al parirla no sabe qué hacer. Como si un rayo cósmico la golpeara, se pone manos a la obra y se come la placenta, le lame bien la pancita hasta que arranca el cordón umbilical. La cachorra aún no es ni siquiera un cachorro, más bien es un embrión porque ni siquiera abre los ojos y se va arrastrando hasta el vientre de su madre, instintivamente, se abriga en el calor del vientre que se estremece y se prepara para traer al mundo a diez cachorros más en las próximas cinco horas.
Entre los aullidos, se oye el ronco de la primeriza. Están los once en la caseta del fondo de una chacra de San Luis. La perra no ha sabido dónde meterse y ha elegido este lugar resguardado. El dueño de la chacra, por ende, dueño fortuito de los once y la parturienta, se enternece y les deja estar allí. Coge para él a la más brava de los once, la primeriza, aunque él no lo sabe. La llama Nana y la rescata entre las miradas de sus hermanitos, el recelo de su madre, que se impide darle un bocado. De alguna manera sabe que a este hombre no ha de morderle la mano.

Han pasado 45 días ya. El hombre empieza a ver que la casa está degradándose mucho, ya huele mal de tanta cría suelta, tanta caca. Decide que la semana que viene echará a la perra.
Al acercarse al cobertizo la semana siguiente, se da cuenta de que la perra ya se ha ido. Le habían contado en el pueblo que cuando las hembras tienen muchos cachorros, suelen lastimársele mucho las tetillas una vez que la cría tiene dientes, por lo que suelen abandonarlos.
El hombre al no saber qué hacer con tanto perro, los monta a todos en la camioneta y se los lleva a la plaza de Villegas a regalarlos. Con la de robos que hay hoy en día, no ha tardado mucho en hacerlo, se ve que son fieritos los perros y los regala en menos que canta un gallo. Si hasta le quieren quitar a la Nana, pero él les dice que no, que ésta se la queda él para su chacra.

19.1.12

Princesa 56

Descripción I El edificio construído en el siglo 19, se erige lúgubre y sombrío, ennegrecido por el fuego que ha azotado la zona. Algunas molduras de la fachada han caído, dejando al aire sus lastimados ladrillos. Las persianas que antaño eran de color madera, ahora son de ceniza e intentan sin éxito permanecer cerradas. Es como si intentasen bloquear el poco sol que llega en el frío del mediodía a los cansados salones. El gran portal tiene algunos vidrios rotos, por lo que se han puesto maderas finas en su lugar y así luchar contra el aire helado que se cuela por las mañanas. Ya no conseva el edificio de la calle Princesa el aire señorial que una vez tuvo, cuando sólo la familia Graus vivía aquí y el Rey Alfonso XIII venía a tomar el té con ellos. Ahora seis familias se reparten lo que ha quedado y malviven en el edificio, utilizando los bellos muebles modernistas como leña ante la desesperación que provoca el frío. El frío, cuan fantasma omnipresente, va acechando a los inquilinos desde las ventanas, a través de las puertas, en los patios, en las persianas heridas, en los baños de agua helada, cuando hay la suerte de tenerla; ese vil espectro parece ser ahora el dueño de la finca, impartiendo un castigo a todo aquel que la habita. La larga escalera de mármol se ha consevado intacta aunque ya no reluce la blanca suavidad de la piedra, sino que ésta está gris de tristeza. El pilar pesado en donde se posaba un día la estatua de bronce de una mujer de leves velos, ahora parece un árbol seco al cual le han cortado las ramas.  Subiendo la escalera, los peldaños van dejando de ser de mármol y a partir del entresuelo, ya son de madera y suelo hidráulico. Algunos peldaños han sucumbido a la necesidad, siendo alimento de la hoguera también sus partes de madera. La hoguera se hace a diario en el piso del principal, ya que su dueño lo ha abandonado para salvar el pellejo, por lo que nadie cree que vuelva. Un suave lamento se escucha por las noches. Se apodera de los rellanos desiertos y se va colando por las rendijas de las puertas. Dentro de los pisos, la gente se estremece al oírlo pero están acostumbrados. Se aproximan unos a otros, durmiendo todos en la misma estancia. Logran conciliar el sueño a la espera de la mañana, que llega y agradecen poder ver un poco de luz a traves de las persianas. Quizás haya esperanza para un nuevo día, quizás exista el futuro. Descripción II Al llegar a la calle Princesa, justo antes de cruzar al Parque, se encuentra la hermosa finca modernista que fue construída junto con las lindantes a ella, durante la exposición Universal de 1889. Ésta, si bien, es especial porque fue estrenada por la ilustre familia Graus una vez estuvo acabada. Espectaculares bailes se festejaban en sus salones, en donde a veces se dejaba ver a la mismísima familia real. Los balcones están llenos de macetas con flores, las persianas abiertas de par en par, dejan ver desde la calle, las molduras de los techos que en algunos pisos aún conservan la pintura original de tonos pasteles y flores alegres. Si se mira dentro del Principal, se puede ver una majestuosa araña de cristal corona el centro de la sala. El portal amplio, solemnemente recibe la luz y se llena de ella en este mediodía. Una vez dentro, se ven los suelos adornados, la caseta del conserje camuflada de vitrales y más a la derecha, la espléndida escalera de mármol. El pilar que la remata, está adornado por una graciosa escultura de bronce representando un hada vestida con velos suaves en posición de danza. A medida que se sube por las escaleras, el dulce aroma de las cocinas viene en nuestro encuentro, mezclándose con el suave azahar de antaño. Los peldaños son ahora de madera y suelos hidráulicos, adornados con patrones distintos en cada rellano. Vale la pena remontar la escalera hasta el sexto, sólo para contemplar hacia abajo el caprichoso diseño y el contraste de cada piso con el siguiente. Al subir a la terraza, se pueden ver las cúpulas de las iglesias del barrio de la Ribera, bañadas de sol. También el parque, con su Museo de Ciencias Naturales y hacia donde acaba la vista, el Tibidabo con su cristo redentor abrazando el área metropolitana. En la misma línea, la cúpula de la catedral tiene una figura de un Cristo también, que pareciera levantar la mano hacia su doble de la montaña. En el piso Principal, vive un descendiente de la familia Graus, quien conserva intactas las joyas modernistas que ha heredado. Un banco de madera adornado con pinturas de limones nos recibe calurosamentez y justo enfrente de él, hay un patio pequeño con una fuente, rodeado de vitrales. Hacia el final del pasillo, está la habitación con cama de dossel, adornada con paños burdeos románticos y encajes blancos, que nos transporta al pasado grandioso. El balcón recibe la luz, mientras mira hacia las cúpulas del mercado del Born.

26.4.11

El Vecino Ruidoso



Al fin había encontrado el piso perfecto. En el barrio del Raval, justo enfrente de la plaza Folch i Torres, un luminoso espacio de 70 metros cuadrados con balcón exterior que daba a la plaza y aunque ahora se veía como un destartalado apartamento, podía imaginar todo lo que le haría para que fuera su hogar.
La separación con Marina le había dejado vacío. Al mismo tiempo que la casa que había visto a su hijo nacer se iba vaciando, también los sentimientos se escapaban de Xavi, que no veía sentido a nada en la vida ante la partida de su mujer y su hijo a Italia. Marina le había dicho que se le habían acabado el amor y la paciencia, que por eso se llevaba a su hijo a cerca de los abuelos maternos y así alejarlo de cualquier cosa que su padre pudiera enseñarle para que se le pareciera a él.


Durante un mes los vió ir y durante otro mes se dejó llevar por la inercia de levantarse, tomar el metro a una destinación distinta cada día, trabajar de paleta en pisos haciendo reformas, tomar el metro otra vez, encerrarse en la casa pelada, hacer lo que sea por sentir un poco de sueño y poder dormir. Su vida se veía reducida a hacer sin parar de pensar en qué estaría viviendo su hijo ahora, tan lejos de él.
Cuando la dueña del piso le dijo que le quedaban 15 días para encontrar otro sitio, la noticia ni siquiera le afectó. Más bien sintió que era un alivio dejar el lugar donde los recuerdos de Marina y Oliver le impedían vivir en la realidad.

Tuvo suerte y encontró el piso en el Raval. Como se dedicaba a hacer reformas integrales y consiguió un contrato a 10 años, se imaginaba los cambios que realizaría, se sintió otra vez en vida. Tenía algo para hacer por él que le daba ánimos después de meses de estar muerto en vida.
Tiraría abajo el baño y la cocina, que estaban pegados en una sección pequeña al fondo del pasillo. También demolería la habitación de dos por dos de niño que quitaba toda la luz a esa parte de la casa y haría allí la cocina amplia, con mesa de comedor y todo. El baño sin la cocina incrustada, ahora sería también grande, con bañera, todo un lujo para la mayoría de pisos de la Ciutat Vella.
Al tirar las paredes de la habitación de niño, golpeaba los muros con la masa, pensando que así destruía toda la angustia, la furia y el dolor que se le habían asentado en el alma desde la separación. El piso, sin tantas paredes, estaba iluminado y una suave brisa lo recorría de punta a punta. Fotos, libros y cedés hicieron el resto para que pudiera finalmente llamarla su casa.

Dió una cena de bienvenida a los tres meses de haber entrado en la casa, para que los amigos pudieran ver cómo había quedado. Estaban impresionados por el cambio, no solo del piso, si no también en la actitud de Xavi, que parecía mucho más animado. Era lunes, por lo que sobre las doce, la gente empezó a irse. Todos menos el Isma, que siempre tardaba más que el resto, porque se bebía hasta la última gota.
Estaba leyendo otra vez, por lo que retomó los cuentos de Cortazar que hacía tiempo quería acabar de leer. Cuando el sueño comenzó a vencerle, cerró el libro y apagó la luz. Casi al momento estaba ya en un sueño profundo, cuando un estruendo proviniente de la pared de la cabecera lo sobresaltó. Dió un vistazo en la oscuridad, no escuchó ni vió nada. Pensó que seguramente sería un sobresalto como aquellos que preceden al sueño cuando uno está muy cansado. Cuando empezaba a dormitar, el estruendo se repitió y esta vez no paró de repetirse. Era como si alguien en el piso del vecino estuviera cortando algo a golpes que se repetían con una frecuencia lenta casi maquinal. Era absurdo, pero le vino a la mente la imagen de un leñador de esos de los cuentos, que cortan un árbol entero a mano. Se dijo que era imposible que alguien cortara algo a esas horas en el apartamento vecino. En algún momento creyó escuchar un lamento apagado, como quien grita a través de una almohada.
Intentó no hacer caso, quiso seguir durmiendo para evitar tener que levantarse. Hasta que no aguantó más: dio un puñetazo en la pared, como para hacerle saber al vecino que se oía todo, que era tarde y las cuatro de la mañana no eran horas para retomar ningún tipo de bricolage.
El estruendo se repitió. Xavi encendió la luz, se calzo las zapatillas y fue hacia la cocina para ver si allí se escuchaba algo. Se quedó sentado en la fría banqueta de acero durante diez minutos, aunque no escuchaba nada. Así, sentado, daba cabezasos de sueño sin llegar a caer de la silla. Probablemente desde allí no había ruido porque era la pared de la habitación la que hacía medianera con el piso contiguo. Le pesaban los ojos, se dijo que probablemente hubieran acabado los golpes, por lo que comenzó a volver a la habitación. Llegando allí, oyó otra vez el “chac” del golpe, dio la media vuelta hacia la puerta de entrada. Ya era hora de decirle a ese indeseable que esto era demasiado.
La puerta de su vecino, de color rojizo oxidado, un poco más antigua y descuidada que la suya, estaba enfrentada a la de Xavi al otro lado del rellano. Caminó hasta ella, respirando hondo para no golpearla con la rabia que había acumulado durante una hora de ruido. Se preguntó cómo era posible que nadie más le hubiera llamado la atención, lamentándose de tener que ser él quien lo hiciera. No quería comenzar la relación con su vecino de ese modo, ya que nunca se había presentado formalmente, ni se habían encontrado antes.
Tocó la puerta, no hubo respuesta. La furia se apoderó de él. Le gritó: "no son horas estas de cortar madera, vecino, se escucha todo y no puedo dormir". Golpeó otra vez la puerta, no hubo indicio de que alguien le escuchara. Apoyó la oreja a la puerta. Detrás de la puerta se oía solo el rugido como el que se oye en los caracoles de la playa, de un vacío inabarcable. No se escuchaban ya los golpes, así que volvió a entrar a su casa, fue a la cocina y se sirvió un vaso de leche caliente con miel.
Cuando volvió a la habitación, se echó en la cama como un plomo, pesadamente.
El locutor de radio le dió las primeras noticias del día: "avui dimecres el cel de Barcelona romandrá lleugerament cobert i s'esperan algunas plojas ailladas". Se sentía cansado, parecía que había dormido media hora, le picaban los ojos y tenía la boca pastosa. Desayunó recordando el incidente del vecino, ¿lo había soñado? No, definitivamente había pasado porque estaba el vaso con los restos de leche en la pica.
Al salir, cruzó el rellano decidido y golpeó la puerta con fuerza, tanta que la puerta se movía en sus ejes. Otra vez, no hubo respuesta. Miró el reloj y por no llegar tarde, empezó a bajar las escaleras pensando en que ya ajustaría cuentas por la tarde con su ruidoso vecino. Bajó las escaleras maldiciéndole y pensando que se había olvidado el paraguas.
En la entrada estaba Jaime, el conserje, limpiando el interfono con un producto que olía amargo. Xavi le saludó y al preguntarle Jaime que tal iba todo, no pudo evitar comentar la tortuosa noche, del vecino ruidoso. El conserje se puso pálido. Xavi le preguntó el nombre de su vecino y el portero, como evitando la pregunta, le dijo que hoy seguramente llovería. Ante la aparente distracción de Jaime, Xavi volvió a preguntarle impaciente si conocía al vecino, sus raras costumbres de leñador trasnochado. Jaime nervioso, le contestó que era imposible, que ese piso estaba vacío hacía meses con voz sombría, mirando al suelo. Volvió a mirarle a los ojos, como si no hubieran mencionado nada, le dijo que sin ir sin paraguas hoy era mala cosa, porque caería la de Dios. Al ver la hora, Xavi, le dió los buenos días y marchó a la obra, se quedó pensando en lo extraño de su conversación con Jaime.
Le contó a sus compañeros sobre los ruidos de anoche, sobre los golpes de hacha, la negativa del vecino a abrirle, la de Jaime a hablarle de lo ocurrido. El Adriá, su compañero, tartamudeando, le contestó que él sabía quién era su vecino. Xavi estaba sorprendido: ¿cómo podría saber el Adriá quién era su vecino si nunca había venido a su casa y además vivía en Sant Andreu?
Adriá le dijo que hacía casi medio año, una noticia en el periódico le había estremecido mucho: en el barrio del Raval, un hombre de mediana edad había matado a hachazos a su mujer porque había intentado dejarle y luego se había quitado la vida. Había sido en lun edificio de la Plaza de Folch i Torres.

3.3.10

Alguna noche de tormenta

Y pensar que éramos hijos del desamor.
Éramos conscientes del fin de nuestros días, una angustia eterna carcomía los corazones.
A veces de gozo y otras desesperación.
No entendimos cuan importante nuestro lugar fue;
cuan bestial es el intento de encontrar felicidad,
las lágrimas oscilan
nos dan la claridad.
En océanos claros de objetiva pulcridad,
algo nos arrastra y tememos
el pesar no entendemos la mitad.
Envidia siempre carcomiendo su santa necedad,
en su mundo no hay suficiente.
algunos deberían morir.


17.9.09

Pesadilla en Praga





           Por la mañana del 15 de Septiembre de 2009, saliste de Berlín en tren hacia Praga. Al llegar allí, encontraste la estación Hlavni Nadrazi donde dejaste parte del equipaje y saliste a pasear. 
A la tarde temprano, recibiste la llamada de Tomaz, que te indicó que podías ir para la casa a la hora que quisieras. Estabas tan cansada que le dijiste que preferías ir cuanto antes. Sobre las cuatro de la tarde, emprendiste el recorrido hacia su casa sin mayores problemas. Una vez en la esquina en que te indicó que vivía, lo llamaste y vino a recogerte allí.

                Habías encontrado la oportunidad de parar en casa de alguien en Praga gratis mediante couchsurfing y una respuesta positiva de las siete u ocho solicitudes que enviaste. Tomaz nunca te había dado la dirección, si no que la persona te fue enviando una serie de pistas para decirte que sí podía albergarte y que te iba a mantener al tanto de cómo encontrarse. No tuviste ninguna sospecha, ni intentaste averiguar nada porque tampoco tuviste tiempo de escribirle, te respondió que sí el día antes de emprender el viaje en tren hasta allí. Tomaz te había dicho que, "he was looking forward to meet you".

            Una vez os hubísteis encontrado en la esquina y presentado debidamente, se dirigísteis al edificio a pocos pasos de allí. Subísteis en un ascensor pequeño y llegásteis a la casa. En donde no te mostró el apartamento, si no que se dirigió directamente a la cocina, abrió la nevera y te ofreció algo para beber. Luego que dijeras que agua estaba bien, empezó a enumerar cada uno de los sabores de los zumos de fruta que tenía: Mango, Melocotón, Arándanos, Frutas Tropicales, Naranja, Kiwi. Era como un puesto de zumos en su nevera, pero de tetra brick. Así como de reojo, pudiste ver que no había comida allí, solo los zumos llenaban la nevera. Aceptaste a un zumo de naranja, ya que la petición de tener un vaso de agua había pasado desapercibida.

               Te sentías sucia después de tanto viaje, siete horas de tren, sin haber dormido lo suficiente, fumando en cada ocasión posible, más las horas de caminata por la ciudad.
Luego de tener la primera conversación en la que ya algunas cosas te parecieron "raras" de oir, le dijiste que querías tomar una ducha. Te enseñó el baño y te dijo que si te podía proveer con algo más. Le dijiste que estabas bien y ni bien cerrar la puerta, golpeó para darte el dato de que podías tomar un baño de immersión, ya que no había contador de agua. Te bañaste contenta de lavar un poco de cansancio del cuerpo. El baño estaba limpio, aunque fuera antiguo. La bañera era de porcelana blanca un poco gastada en algunas partes en que se dejaba ver una sombra negra. El lavamanos era también blanco con ribetes y mangos de metal redondeado. Había muchos productos de limpieza pero no pasaste la mirada muy detenidamente en nada. Saliste para poder charlar un rato más, para poder irte a dar una vuelta sin maletas por la bella Praha.

             Seguísteis hablando un poco, cuando notaste que en la pared se encontraban fotos de alguien haciendo paracaidismo. Te contó que era él, que se había tirado más de mil veces, durante el tiempo que había servido en el ejército.
Cuando le djiste que querías invitarlo a cenar a algún lado, te dijo que "no era esa clase de persona" y que de ir a cenar fuera, el único lugar donde solía ir era el kebab o el KFC de la esquina. Le dijiste que te sabía mal no haber traído nada de regalo, que lo mínimo era invitarle a comer y de paso compartir con alguien de Praga una noche fuera. Pero era abstemio, por lo que dijo que, si querías, podían ver una peli en su casa como plan conjunto. Le dijiste que una vez de vuelta en casa, seguramente dormirías porque estabas agotada de haber dormido muy poco.
          
               Estabas en el pasillo esperando para salir, reorganizando las frases que acababas de escuchar; tales como: "la salud debería ser paga porque ahora los viejos se abusan de eso y van todo el tiempo al médico porque se aburren", o, "la educación también debería ser paga para que la gente que no sirve ni siquiera se presente a la facultad"...etc. Pensaste que quizá eran opiniones distintas y no quisiste ahondar en el tema. Una de las razones, era que querías poder pasear un poco y el ya te había dicho que no saldría de casa; la otra era que Tomaz hablaba bien inglés pero se tomaba su tiempo en formular la frase, al igual que vos;  y además hubieran estado horas hablando sobre cosas como política y el ejército. La posibilidad de ver Praga de noche otra vez te tentaba un poco más que quedarse en casa. Estando en el pasillo, viste que había varias fotos de caída libre y parapente; cuando le preguntaste si se había tirado alguna vez, te djo que unas 1200 ¡! y cuando lo miraste dentro de la habitación con asombro, estaba cambiándose los pantalones enfrente tuyo y se quedó en calzones. Giraste la mirada y volvió a mencionar que podían ver una película esa noche, o Star Trek, o alguna "girlie movie" lo cual te chocó un poco, porque pensaste que quería decir porno y luego entendiste que se trataba de películas para chicas, tipo románticas o así. Volviste a mencionar que estabas cansada y que te daba igual ver una peli, que preferirías dormir.


              Entonces, cuando iban saliendo, empezaron a hablar sobre la adicción al tabaco. Te preguntó si beber y fumar eran tus únicos vicios. Obviamente, decir que el sexo también, hubiera sido tomado como invitación, así que respondiste que sí, que era lo único. Había algo en esta experiencia couchsurfil que te daba la impresión de que él se estaba tomando esta estadía como algo un poco demasiado personal. Lo normal era que fuera estrictamente profesional la relación host/couchsurfer, como las veces que tenías vos gente en casa. Ya te había mencionado también que no era un ser social, que raramente salía de casa. Pero tampoco le hiciste demasiado caso, pensaste que "bueno, será su manera de ser" y que era un buen comienzo empezar a alojar gente de alrededor del mundo para conocer nuevas maneras de vida.

              Nunca hablaron sobre dónde dormirías. Te saludó diciendo que esperaba que pudieras disfrutar de tu paseo sin tener que recurrir a tus vicios. Ese comentario era un tanto invasivo, lo tomaste mal. Encendiste un cigarrillo ni bien girar la esquina.

            Montada en el metro, terminaste de sacar las fotos de las estaciones de Praga. Luego, caminaste largas horas sin rumbo fijo. Paseaste cerca del Museo Nacional que tanto te había impresionado la primera vez; luego hacia el Teatro Nacional de Praga que recordabas tan vívidamente con su cúpula dorada, llegando al Voltava y la postal nocturna con el puente de Carlos de frente y el palacio iluminado en la colina. Era muy bonito todo, pero tu cuerpo en un momento no pudo más, te sentaste a tomar una cerveza, para luego volver a la casa de Tomaz. 
             Ni bien entrar, la única habitación que compartirían, estaba completamente iluminada con neón violeta, así que todo resaltaba con luminosidad un tanto tétrica, los blancos púrpuras fugaces y los fluorescentes brillando. Parecía una sala de experimentos o algo así, él en su ordenador con la piel violeta y los viejos transistores encima de la mesa teñidos de ese color también. Las gafas bloqueando con el reflejo blanco, los ojos de ido detrás.
El aspecto de Tomas en la superfcie era normal, pero luego de oírle hablar y reaccionar, te daba la impresión que había algo que no cuajaba del todo. Ejemplo: tenía los dientes del mismo tamaño que los espacios entre ellos, manchados con un reborde marrón carie y esas gafas que le daban cierto aspecto de científico loco. Detrás de su cabeza un póster colgando anunciaba "Genius doesn't come from magic, but from knowledge and self challenge" al tiempo que mostraba una lámpara estallando a pedazos.
De frente suyo, en una estantería, encontraste en la pared, un corazón de chocolate colgando que decía "Ich liebe dich" en colores de mazapán y pensaste que podía provenir de las épocas en que te contó que había estudiado en un pueblo perdido de alemania. Era tan hiper quiche que girabas a menudo la vista para pensar qué haría eso ahí ahora. Al verte con la mirada fija hacia el corazón, te mencionó que no tenía novia pero de una manera especial al estilo: "tranquila, estoy libre", que te estremeció un poco. 
Hablasteis un poco sobre su trabajo, sus hobbies e intereses, para enterarte de que hacía soporte telefónico a partes de coches o algo así y que su hobby era hacer radio amateur. Se pasaba horas escuchando  emisiones de los submarinos aparcados en el mar del norte, o enviando ondas radiales a la luna, para escuchar el sonido que hacían al rebotar en ella. En la habitación ya habías notado varios instrumentos, pero pensaste que se trataba de un analista, un reparador de ordenadores...nunca te hubieras imaginado que servía para eso.
Te preguntó si querías beber algo, por lo que fuisteis a la cocina. Esta vez te sirvió agua. También te sentiste obligada en el ascensor a decirle que habías cedido a tus vicios, porque el ascensor en que habían subido era estrecho y el aliento a alcohol y cigarros de hacía apenas 15 minutos, seguramente era evidente. Doblaste la muñeca, refunfuñando al tener que confesarle esto a un extraño.
          Entonces ya un poco más asustada, bajo las luces de neón y la mirada de él que te recorría de arriba a abajo, le preguntaste dónde podías dormir. Si tenía algún colchón extra. Te dijo como quien no quiere la cosa, que la cama era probablemente la mejor opción porque "íbais a ver una peli y que no teníais que hacer nada que tu no quisieras". Te quedaste flipando un poco, pero pensaste que era una forma de decir en checo traducida al inglés, algo perdido entre tanta traducción. Le dijiste que entonces perfecto, que tenías tal cansancio que preferías una cama aún siendo compartida. Te acostaste en la cama porque tu cuerpo ya se caía solo y te dijo que tenía la lista preparada de las películas para chicas que podían ver. Le dijiste que no tenías preferencia, porque seguramente dormirías y no llegarías a ver el final, así que era mejor que eligiera él. Te dijo que si fuera por él, él vería Star Trek y le djiste que estaba bien, ¡que te daba igual! Pero siguió insistiendo en ver una peli de chicas. Eran todas pelis románticas o con escenas sexuales, así que te decidiste por "El diablo se viste de Prada" que parecía la menos sexual, no la habías visto y la empezaron a ver en la pantalla gigante que tenía para el proyector.
          Desde la silla del ordenador, te seguía recorriendo el cuerpo con la mirada en silencio, al tiempo que ponía la película en marcha. 
         Cuando esta comenzó, el se acostó en la cama al lado tuyo y su brazo rozó el tuyo. Lo quitaste en seguida para que no hubiera el menor contacto y rogaste quedarte dormida cuanto antes. Encima, la película empezaba con chicas en bikinis, maquillándose para ir a trabajar en corsets negros. Típico de las pelis, irreal, nadie tiene ese tipo de ropa interior. La mayoría de nosotras usamos cosas de algodón desgastadas para ir a trabajar. O sería cosa de las neoyorkinas? Nah, nadie se pone eso para trabajar a las ocho de la mañana. 
          Entre la trama romántica de la película y el stress de que el chaval se te tirara encima, la viste enterita, se te pasó el sueño completamente.
           Ante sus preguntas, tuviste que explicar que no usabas maquillaje, que te parecía tonto producirse y que la competitividad estaba bien hasta cierto punto. 
En un momento, se levantó a la cocina como sobresaltado y volvió con chocolates en una bandeja, que te ofreció. Aceptaste por no discutir porque querías nada en realidad. Te daba la impresión de que si decías que no, te hubiera insistido y te estabas perdiendo la trama que se había puesto dentro de su mediocridad, bastante interesante. 
Ni bien morder el chocolate entraste en pánico porque volvió de la cocina comiendo otra cosa y te entró la duda de si era posible que hubiera puesto alguna sustancia en el chocolate. Una escena muy de "Happiness" que no te hubiera gustado repetir. Mordiste un pedacito y lo dejaste, ante la duda, en el plato que había en el otro escritorio de tu lado de la cama. Durante todo el film, de repente daba respingos en la cama y te daba la impresión que se acercaba cada vez más hacia tu lado. Como para completar el cuadro de maniático, se reía de las bromas con cierta exageración y casi una décima de segundo antes de que la misma acabara. Dedujiste que él sí la había visto a esta joya  Permaneciste todo el tiempo con el brazo sobre la cabeza para que no hubiera manera de que él pensara que deseabas algún tipo de contacto, lo cual aumentaba tu incomodidad y estrés. 
Cuando terminó su yogur o lo que fuera, que se comía con desesperación, en vez de dejarlo de su lado de la cama, cruzó su brazo por encima de tu cuerpo y te endureciste un poco más aún. Te veías intentando luchar contra una persona bastante más corpulenta que vos, medía un metro ochenta al menos y era ancho de hombros.
En la trama de la película, el personaje en un momento hace un juego de palabras diciendo "boyfriend" y pensaste que podría ser buena idea decirle al final de la película que tenías novio y estabas más cómoda durmiendo en el suelo, como para suavizar el haber cambiado de opinión.
Te cogió picor en un pie y al moverlo, te preguntó si todo estaba bien. Le dijiste que sí, que sólo tenías picor en un pie y te respondió que si querías un masaje de pies. Ahí ya fue el colmo, le respondiste que por supuesto que no querías, seguiste viendo la peli y pensando que coño estabas haciendo en un apartamento de un ex militar en un barrio normal del norte de Praga. Suerte que era más o menos céntrico, te imaginas si no? 
Pues, la película terminó e hiciste algún comentario sobre la misma. Le dijiste inmediatamente que querías dormir en el suelo y te respondió: "porqué? no soy un buen compañero?" ahí ya cogiste un tono seco como para acabar con el cuento y le dijiste que no, que tenías novio. Te dijo que si era tu novio o le novio, intentando emular la ridícula frase de la película. Y contestaste que estabas más cómoda en el suelo, a lo cual te dijo que era imposible que el suelo fuera más cómodo, pero que tu misma: "you called the shots", te dijo;  "Pues entonces si soy yo quien decide", le dijiste, "quiero dormir en el suelo". Respondió él haciendose el duro, que tú misma y "you call the shots". Es increíblemente insoportable ver la enfermedad mental de la gente a veces. Muy frustrante. En ningún momento te intentó explicar dónde estaba el famoso colchón que anunciaba en su perfil de couch surfing. Le tuviste que preguntar si estaba debajo de la cama.
Al intentar recuperar el supuesto colchón de debajo de la cama, era simplemente una colcha, pero ya te daba igual! lo único que querías era dormir y que llegara mañana para no ver a ese personaje siniestro nunca más!
Te acostaste en el suelo y dijiste buenas noches a lo cual respondió sin más. Las luces permanecieron encendidas, con todo su fulgor utravioleta, como las que hay en los pasillos de discoteca, cutrísimo. Intentaste dormir, pensando en todo lo que había pasado hasta que explotaste de la duda de si había el menor peligro y te pareció que lo mejor era hablar del tema claramente. Le dijiste que no entendías a qué venían esos comentarios y que no había ningún "shot que llamar" que no había decisión ninguna de tomar, a lo que te ponía cara de no entender de qué estabas hablando y te dijo que no había problema. Le dijiste que entonces bien y te volviste a acostar, pensando en la mala suerte de haber caído ahí, a la merced de este enfermo.

Volviste a intentar dormir mientras él tecleaba en su ordenador y masticaba algo crujiente que se escuchaba claramente. Entremedio de los crujidos que salían de su boca, las teclas que bajaban lentas, como si escribiera una    palabra          diciendo                       nada. Cada tres o cuatro minutos, ahogaba una pequeña risa y tu paciencia se acababa. Al mismo tiempo, empezabas a imaginar todo tipo de cosas, y a darte cuenta de a poco que había mencionado que su nombre no estaba en el timbre de la puerta, que nunca te había dado su dirección exacta y nadie sabía que estabas allí y que, como ese tío se te tirara encima, la posibilidad de ganarle una pelea era bastante baja. Además a todo esto, seguía pasando por encima de tus piernas para ir a la cocina y luego al baño. Tu paciencia y tus nervios empezaban a quebrarse. Cada vez más te sentías en peligro y dudabas de si podrías dormir tranquila luego de todo eso, mientras las luces violetas como las que usaba el carnicero de la esquina, seguían encendidas a la una de la mañana. Habías salido de casa esa misma mañana a las cinco para tomar el tren, el agotamiento ya era extremo. Tus paranoias cada vez más en aumento te impedían dormir y pensabas que en cualquier momento volvía el tío de la cocina con un cuchillo a amenazarte. 
De repente, se escucha que va al baño y ni un solo ruido. Como si no estuviera haciendo nada ahí dentro. Obviamente tu paranoia te devolvió una imagen de él sentado en el vater masturbándose de manera histérica. Hasta que se abrió la puerta y entró otra vez a la habitación.
Volvió al ordenador a masticar yo que se qué era esa cosa crujiente y a emitir risitas. Ahora tus ojos estaban abiertos de par en par, esperando que quizá se fuera a dormir pronto. De repente se volvió a levantar, para esta vez ir al baño a lavarse los dientes. Ya pensabas que quizás era mejor irte de ahí y recordabas el hotel que viste al llegar de vuelta a su casa esta noche en la esquina, tal vez no fuera tan caro. El cansancio era tan grande que no dormir te torturaba. 
Luego de cinco minutos de reloj escuchándolo lavarse los dientes a boca cerrada, volvió a tu mente la imagen de los seis o siete cepillos de dientes en el baño y "Bilbao", una película en que un maniático sexual se lavaba la boca durante largo rato para eliminar los gérmenes y raptaba a una mujer para rasurarle el coño; así que saltaste de la cama y fuiste directa a coger tu bolso. Cuando salió del baño, le dijiste que te ibas que no te sentías bien, literalmente "I'm leaving I don't feel very well". Te respondió si querías una aspirina a cual más asombro y le dijiste que no, que te abriera la puerta de abajo para poderte ir. Pensaste en tu cepillo de dientes en el baño, pero no te importó, pensaste en abandonarlo sin más y salir de ahí con el menor rasguño posiblel. Justo cuando ya salía por la puerta, se giró y te miró seriamente, preguntando si no estabas olvidando algo y le dijiste que no. Te dijo que tu cepillo estaba en el baño, pero estabas tan estresada al punto de gritar, que le dijiste que no lo querías, a lo cual te miró con cara de reproche. Basta! volviste al baño a buscarlo sólo para que te dejara ir. Bajaron por el ascensor y cogiste el teléfono para hacer ver que estabas llamando a alguien o mandando un mensaje. Se giró y te dió la espalda hasta llegar abajo. El ascensor bajaba lento, tus manos temblorosas intentaban asir el teléfono correctamente. Eran la una y veinticinco de la madrugada. 
Al borde del colapso de stress, llegaste a la próxima esquina al hotel, a la calma otra vez. Dos hombres en el lobby de aspecto normal te dieron un respiro de tranquilidad. El conserje, atento a tu estado, te preguntó si estabas bien. Le respondiste que necesitabas habitación urgente, que estabas muy cansada. Te respondió que había una doble tres estrellas disponible y al conocer su irrisorio precio, te alegraste tanto que casi lo abrazaste diciendo: "¡sí, sí, quieroooo!". Le contaste la historia y para relajarte te fumaste casi todo el atado de Camel que habías comprado ese mismo día, acompañado con un Baileys doble, escatimado por el barista que te midió meticulosamente porque no entendía bien que alguien de tus pintas y de tu edad estuviera a esa hora, en ese hotel; con el ordenador encendido y listo para enviar una reseña negativa de tu experiencia de couch surfing.

8.9.09

Warte mal

Era una tarde en que Aledna, sentada, miraba la vida pasar, la gente y las horas. Veía que no habían viejos en este nuevo mundo. QUe la persona más mayor que se presentaba por las calles de este barrio que parecía tan suyo, tenía como máximo, que? Cuarenta?
Con una frecuencia de cuatro bicicletas por minuto, pensaba que esta ciudad le gustaba cada vez más. Con cada bicicleta, cada pareja joven o un niño en la sillita de la bici de su madre.
Con una frecuencia un poco menor pensaba en Jeffrey Lewis. Ya de por sí, ese nombre la había atrapado. Había pensado que se trataba de otra persona cuando descargó un par de discos y los escuchaba con inicial indiferencia. Hacia la tercera canción del primer disco descargado, que databa ya de hacía siete años, Aledna enloqueció. La canción que escuchaba ahora hablaba enteramente del Chelsea Hotel. Que era esta nueva conspiración del destino? No hacía ni tres semanas que ella misma había estado hablando de esta canción apasionadamente con un amigo, luego otro y luego otro. Todos la habían escuchado y casi no veían la importancia que tenía esa canción de Leonard Cohen y ahora él, el propio Jeffrey estaba cantando esta canción genial sobre otra canción que, a su parecer, era la crema de encima.
Y ahora escuchaba más atentamente el resto de canciones de ese disco y caía cada vez más que Jeffrey era su alma gemela.
El único problema que se presentaba era que Jeffrey era un pelín famoso o poseía una cierta cantidad de adeptos y odiosos fans que harían que su misión de encontrarlo y jurarle su amor eterno, fuera mucho más difícil.
Pero lo haría, lo había decidido hacia el cuarto día de enloquecer con alguien que sentía tanto como ella. Y cuando Jeffrey la encontrara, se daría cuenta que Aledna era la mujer que lo estaba esperando igual de desdichada, en otras latitudes. 
Tal vez se habían cruzado una vez en el metro cuando estaba en Manhattan, o quizás se tomaron un tren upstate juntos sin reparar el uno del otro. Probablemente no, como diría Jeffrey, pero podría ser.
Aledna había pensado siempre que estaba destinada a producir algo que el mundo no podría de dejar de necesitar. Probablemente esquizofrénica con delirios de alguien que no había sido lo suficientemente social como para darse cuenta que era sólo otra persona. 
Las abejas estaban todo a su alrededor zumbando, aunque no les temía. Había aprendido en las colmenas de su padre que si te entraba el pánico, las abejas lo olían y atacaban con más fuerza. Recordaba algunos de estos capítulos con más pena que miedo, sabía que cada una de las abejas que arremetían contra el traje blanco, morirían en pocos segundos en honor de su reina. Para protegerla daban su vida contra el invasor y usurpador ser blanco. Tal vez para ellas ese ser blanco era el demonio contra el que rezaban en la iglesia abejal. Tal vez no, pero nunca lo vamos a saber no? o bueno sí, el día que se encuentre una abeja con tres rayas amarillas y una blanca, digo siendo el pastor deberá diferenciarse del resto de algún modo. Por todas estas cosas, Aledna simplemente decía para sus adentros mientras esperaba a Cristian "váyanse, déjenme sola"
Su pulso era constante mientras escribía el plan secreto para conocer al hombre que amaba ahora. Mientras, sentada enfrente del Gorlitzer Park, esperaba a Cristian sin grandes expectativas, ni demasiada anticipación. Encontrarse con él era como un pasatiempo para no dar tregua a su otro yo. Para que no tuviera lugar de aparcarse la persona que antes vivía allí.
No pudo terminar las líneas en que estaba intentando preparar el plan, ya que Cristian se le acercó y le sorprendió por detrás, intentando leer lo que escribía.
Esa noche terminaría por olvidar a Jeffrey y a Él, el que siempre la quería no importaba qué pasara. Las respuestas no estaban ni cerca de llegar. 
Más bien pensaba que no había nada otra salida, que no había nada peor que ser conscientemente necio e imbécil. Pensaba que si alguien le preguntara porqué estaba allí, contestaría gravemente: "porque desde que mi padre murió, la familia tiene serios problemas psicológicos que no se han tratado de una manera adecuada por un profesional". Sabía que no podría contestar eso, aunque hizo un intento fallido esa misma noche.
Cuando había un artista en el ambiente solía tener problemas al no encontrar un lugar donde meterse. Solían acaparar la atención y le quitaban a ella la posibilidad de contar al mundo una historia que no era del todo cierta, pero era simple de escuchar. 
La historia de porqué una persona quiere tanto llegar a un lugar, como si la sangre misma lo dictara. Algo que desde dentro suplicaba llegar a ese lugar. Como si allí se acabaran largas noches de ensimismamiento. Tal vez un día ese momento llegaría, pero no era ahí tampoco. Siempre tendría que buscar sin sentido algo que ya no estaba, que se había desvanecido en el aire mientras nadie lo veía. Si bien dolía mucho entender, no tanto así era el explicar; que daba todo tipo de excusas posibles. Hasta que ya no había más manera de excusar lo inexplicable y prefería hacer una mezcla de todas. Justo ahí era donde la gente la dejaba como de lado, lista para carcomerse sola.

7.9.09

Triste adiós a Cristian

Bueno, el tiempo dirá. Hablar no lleva a nada, mejor amémonos en silencio y dejemos que las cosas lleguen solas o no lleguen nunca. No quiero llorar para siempre, aún sabiendo que lo que digo parece una canción mala" pensaba Aledna. Como siempre, buscaba la manera de que las cosas fueran un poco más estresantes. No quería que fuera así, pero tantos años de dolor le habían levantado callos en el alma que no los quitaba nadie, ni nada. Sólo el estado natural de las cosas le recordaba lo poco que valía la pena el esfuerzo por estar triste.

Era sábado a la tarde. Aledna recibió al fin la llamada de Cristian. Algo en su interior le había dicho que iban a verse ese día. Era una sensación de certeza que iba creciendo con las horas, cada vez más fuerte iba sonando el llamado de Cristian, hasta que se materializó. Si bien, sabía que era posible obtener lo que quisiera, no sabía aún dominar sus antojos. Deseaba cosas efímeras que luego terminaban por hartarla, no eran reales.
Cristian le preguntó qué haría esa noche y ella le respondió que no haría nada, sin sentirse tonta por ello. Le parecía normal no hacer nada un Sábado a la noche. Tal vez la habían olvidado hacía tiempo o tal vez era ella quien no sabía cómo recordar a la gente.
Aceptó verse en casa de él en algunas horas y cuando finalmente se despegó de su casa, sin haber concretado una hora fija para verse, cogió la bici y recorrió los casi ocho kilómetros en tiempo récord. En el camino, se preguntaba cómo podría entrar al edificio, o si debía llamarle por teléfono antes para avisar que estaba llegando y justo cuando llegaba a la puerta, ahí llegaba Cristian en bicicleta como si viniera de una batalla en su caballo, transpirado y sonriente. Se besaron. Entonces, toda paranoia que venía germinando en su interior se le pasó, de momento. Subieron y ahí estaban los amigos de Cristian, Javier y Etienne, que habían llegado hacía unos días desde Francia para salir de fiesta con su amigo en Berlín. Charlaron un rato con ellos hasta que se fueron a comprar algo para comer. Al fin solos, estuvieron mimándose en silencio por menos de dos minutos, el timbre volvió a sonar: eran dos couchsurfers que llegaban ese día a quedarse en casa de Cristian. Una pareja de australianos que venían viajando por Europa desde hacía dos meses.
Conversaron los cuatro un rato sobre intereses y oficios, no sin que Aledna rogara en silencio porque no le preguntaran nada a ella, temía esa pregunta en una época de su vida como esta. No tenía idea de lo que haría ni lo que quería para su vida, más que viajar. Llegaron los franceses con sus kebabs y siguieron conversando un rato. Estuvieron en la casa dando vueltas hasta que salieron los cuatro a una exposición en que concursaban trescientos diseñadores, con sus respectivos carteles. El ganador empapelaría la ciudad con motivo de la celebración por haber sido Berlín elegida como ciudad del diseño por la Unesco.
Un amigo de Cristian, Oliver había participado sin éxito, no había pasado ni la primera ronda. Sin importarle, se presentó al vernissage igualmente para pegar su cartel en medio del de los ganadores. Cristian le acompañó durante toda la acción para grabarlo con la cámara, mientras Oliver repartía corazones por el aire y cantaba "Berlin in der Liebe" a los invitados, que no entendían bien si se trataba de una performance dentro del marco de la exposició, o si se trataba de un chalado.
El cartel de Oliver era simple. Abogaba a que el amor es lo único necesario, que el arte es amor y el arte sin amor no es nada. Buscaba enviar un mensaje no tan frío como otros que se limitaban a dibujar rayas, formas frías, colores oscuros.
Cuando hubo acabado su performance Oliver, estuvieron fumando porros en las instalaciones del archivo de la Bauhaus, el escenario de la muestra. Bebieron, fumaron y recogieron copas para que les dieran los dos euros de seña que había pagado el resto de gente por el vaso a devolver. Les llamaron la atención por no ser "justo" recuperar el dinero de otras personas, cuando en realidad creían que como invitados, tenían más derecho que los organizadores de tenerlo.
Cuando ya empezaban a mirarlos mal, partieron nuevamente a la casa de Cristian, donde él le cocinó otra vez. Les hizo a todos una pasta con lo que había: un poco de cebollas, huevos, lo que sea que hubiera en la nevera. Aledna se esforzó por que le gustara el plato, pero no pudo evitar responder que no cuando le preguntaron. Se sentía una hija del diablo. Maleducada, desagradecida, vil aprovechadora y parasitaria de situaciones.
Los amigos de Cristian salieron solos por Berlin. Apenas se fueron, ellos retomaron los mimos interrumpidos de la tarde, hasta que cayeron rendidos. Se despertaron al alba cuando volvieron Javier y Etienne. Al parecer se lo habían pasado genial.

La mañana siguiente, ella despertó temprano y no pudo dormir más. Cuando al fin él también lo hizo, intentó hacerle el amor en silencio en la misma cama que compartían con Javier y Etienne. Desistió cuando ella le dijo que estaba hambrienta, que podrían desayunar fuera de casa para no despertar al resto. En el salón, el suelo estaba invadido por los australianos que habían llegado en algún momento de la noche y se habían sistemado su camita como pudieron.
Salieron juntos en las bicicletas a un mercadillo de pulgas en Neukölln, por que era domingo, día sagrado para ir al mercadillo según Cristian.
Antes de adentrarse en el mercado, comieron juntos un desayuno durante el cual Aledna no pudo esconder que tenía problemas con la comida, que no sabía alimentarse de manera adecuada. Le fallaba el pulso, masticaba mal, rechupaba la comida. No sabía conversar y comer al mismo tiempo. Estaba tan acostumbrada a comer sola que si necesitaba hablar y comer a la vez, hablaba con la boca llena, era repulsivo verle. Se dio cuenta de esto un día en que se vio a si misma comiendo enfrente del ordenador, se había grabado para verse. El resultado fue una gran decepción. Se dio cuenta que verla comer era bastante desagradable. Intentó esconderlo mientras comía delante de Cristian, pero fue peor. Cuanto más intentaba esconder su sucio secreto, peor comía, se le caían pedazos de la boca, se le escapaban eructos. Le contó a Cristian, como distracción, sobre su manía de tomar bebidas con temperatura ambiente, de la frustración que un café caliente podía provocarle. También sobre la manera de tomar té, en vaso grande con mitad de té y mitad de agua para que no le quemara la lengua. Era una manera suya de saberse diferente de la gente.
Fueron al mercado buscando cosas, ella cuan "Osías, el osito en mameluco" miraba las paradas de reojo y no veía nada entremedio de la mierda que había. Vagamente, compró un disco de Black Sabath para su hermano y un libro del oso "Paddington" que solía leer en inglés de pequeña. También encontró una placa antigua de militares de la extinta República Democrática Alemana. Cristian encontró cosas mucho más útiles como una rueda nueva y una etiquetadora automática. Durante todo el tiempo estuvieron hurgando separados, ella le buscaba entre la multitud de gente y los gritos de "ein Euro, ein Euro". No le interesaba tanto el mercado como el juego de encontrar a Cristian para robarle un beso o abrazo.
De vuelta en casa de Cristian, él le confeccionó un paquete especial para que pudiera enviar el disco a su hermano por correo. Los amigos parecían cansarse de la presencia de Aledna, o al menos así le parecía a ella que iba incomodándose al cabo de las horas. Pensó en irse a casa, pero la idea de estar sola otra vez le aburría tanto que no osó a decir nada. Critian tenía que ir a casa de Oliver a ayudarle a armar la barbacoa de esa tarde en un terreno baldío de Kreuzberg. Le dijo que podía acompañarlo, pero ella sintió que lo hacía por obligación más que por querer ir con ella. Se notaba que era todo un caballero y nunca le hubiera dicho que estaba cansado. Ella no podía dejar de pensar en su incomodidad, le dijo a él que sentía que lo estaba invadiendo un poco, que quizás tendría que dejarlo tener su espacio. El le contestó que quizás era cierto le golpeó la cara con tres palabras, pero testaruda siguió quedándose con él.
Estuvieron en aquél terreno a orillas del Spree, donde se reunían a brindar apoyo a Oliver que había hecho un muro, oda al amor en su esplendor. A Cristian le pareció horrible, a Aledna no. Lo veía como algo que por más que fuera lo que fuera, era algo que ella no podía hacer. Alguien alrededor empezó a cantar "Girl" de los beatles, cantando justo el párrafo donde decían "Hay alguien aquí que quiera escuchar mi historia, todo sobre una chica que vino a quedarse" Solía Aledna pensar que todo era por ella o un mensaje oculto, por lo que no le costó pensar que quien cantaba, se dirigía a ella en tono burlón. La marihuana había empezado a hacer efecto, ese efecto aterrador en que todo recobraba una magnitud irreal y todo eran ataques contra su persona. Cuanto más pensaba este tipo de cosas, más en si misma se encerraba, mostrando una cara que no podía ocultar: la de su propia ignorancia y egoísmo.
Mientras la gente seguía llegando y ella seguía sin poder conectar con nadie más que Cristian, que parecía quererla sin preguntarle nada. Su pecho se cerraba cada vez más y fumaba sin cesar, si bien había dejado de fumar hacía una semana sin poder conseguirlo. Lo único que atinaba a hacer era fumar más y beber. Temblaba de frío porque había pasado unas tres horas sin moverse, sin hacer nada ni producir nada más que una raya verde en la cara de su compañero. Cuando Cristian al fin le dijo que quería volver a casa, cogieron las bicis y saludaron, pero no pudieron irse porque Oliver le pidió ayuda a Cristian para mover su obra de arte a la factoría que había enfrente. Con rabia, Oliver empezó a gritar: "Wir brauchen sechs Personnen!! Sechs Personnen!!!" Aledna reaccionó a tiempo y ayudó a mover el cuadro, no sin sentir que no era bienvenida a hacerlo. Algo ya se había bloqueado dentro suyo y empezaba a madurar. La mujer que solía ser estaba de vuelta y arruinaría el día, la noche y la mañana siguiente. Por qué no, el resto de sus días.
Cuando al final cogieron las bicis, fueron juntos y en un intento de volver a conectar con Cristian, Aledna lo cogió para poder ir a la par en la bici. Cuando estuvieron a punto de caerse, Cristian la soltó y le gritó enfadado: "lache!" luego de eso, siguieron en silencio y Aledna se estresó cada vez más. Se sentía desquerida, justo lo que su cuerpo estaba acostumbrado a sentir. Ahora si que podía estar satisfecha, ahora si. Pensaba sin cesar por el camino, que tal vez era hora de irse y dejar a Cristian extrañarla. Que no quería estar con ella más.
Fueron a la casa otra vez y ahí estaban los amigos, como clavados por la resaca a las sillas y sofás de la casa. Ya ni siquiera hablaban con Aledna. La miraban de reojo y la hacían sentir aún peor. Aledna encontraba solo consuelo en Cluny, la gata que la buscaba y se le subía al pecho para hacerle mimos. Cristian le preguntó si quería ver una peli, pero ella estaba tan en medio de su rabia mental que no sabía que quería. Ya, la muerte del amor era cuestión de horas.
Cuando al fin eligieron el film y terminaron de verlo, Cristian le preguntó qué quería hacer otra vez. Si deberían salir o no. Otra pregunta imposible de responder sinceramente. Los porros y la rabia mental batallaban en la mente de Aledna para ensordecerla cada vez más y no saber qué decir para no pasar como una completa imbécil. Durante todo ese día no pudo evitar hablar en castellano, inglés y alemán en una mezcla imposible de comprender, todo al mismo tiempo. Cristian le había dicho varias veces que no entendía nada de lo que le decía en castellano, pero ella no podía evitarlo. Era como si tuviera que dejar lugar a la otra persona que vivía en su mente que no paraba de hablarle en castellano. Se sentía impostora por pensar que podía comunicarse con la gente en otros idiomas, cuando en realidad no deseaba comunicarse en ninguno. La única charla que ahora permitía era la de su herido ego con la que antes vivía en su cuerpo.
Al final optaron por hacer crepes y Aledna, por no sentirse tan inútil, se ofreció para hacer algo. Pero claro, no había hecho crepes desde que tenía diez años, cuando se pasaba horas haciendo crepes con su abuela. Se puso a intentar comenzar hacer el caldo y lo arruinó. Ahora se había convertido en una masa grumosa imposible de arreglar, a lo cual sólo decía "Cristian, mira lo que estoy haciendo". Sólo quería desaparecer ahora, respirar su tragedia y comerse su frustración.
Cristian empezaba a verse agotado por la situación, pero lo manejaba de la manera más amable posible. Hizo unos crepes muy buenos con gusto a cerveza y otra vez hubo el problema de comer en público. La mano de Aledna temblaba cuando se acercaba a la boca y engullía más bien lo que iba entrando con dolor y pudor.
Cuando terminaron ella se fue a la habitación esperando que Cristian volviera a ser el de ayer. Y ella también. Pero no fue así. Aledna se hizo un bollo en la cama y pensó que tal vez mañana sería mejor. Que su cabeza dejaría de producir tragedias como romper copas y tirar botellas por el suelo. No fue así.
Antes de dormir, Cristian le dijo que estaba preocupado por otras cosas al intentar justificar porqué estaba tan frío con ella. Obviamente ella se dio cuenta que las respuestas a veces han de ser más simples que la verdad, para que la verdad no sea sólo una y haya posibilidad para un reencuentro entre esa verdad y las otras que vagan por el ambiente.
Por la mañana, dormir se tornó imposible y Aledna hizo lo posible para despertar a Cristian que roncaba con una frecuencia agobiante. Una vez despertó hablaron un poco y fue evidente que tendría que marcharse, que la situación no daba para más. Le dijo a Cristian que se iba, a lo que él no se opuso. Mientras aumentaba su indiferencia, la tristeza comenzaba a aparecer nuevamente y ahora podía volver a sentir ese viejo sentimiento que la llevaba a casa, a encerrarse a pensar porqué no podía ser como los demás.
Cristian no se movió, sólo la observó vestirse. Aledna se sentó al borde de la cama y le dijo que se iba, a lo que la gata volvía a abrazarla y no la dejaba ir. Cristian no atinó a mas que decirle que esa noche iban a salir y que mañana su vuelo era temprano; le preguntó si debía llamarla para que salieran juntos. Un "no" de respuesta de parte de ella los dejó secos. Hablaron sobre si volverían a verse y probablemente no sería posible porque ella se iba de Berlin a Praga para tomar su vuelo a Barcelona justo un día antes que él estuviera otra vez en Berlín. Aledna sin saber más que hacer le dijo que estaba contenta de haberlo conocido, el sólo dijo en inglés "I'm sorry".