3.3.10

Alguna noche de tormenta

Y pensar que éramos hijos del desamor.
Éramos conscientes del fin de nuestros días, una angustia eterna carcomía los corazones.
A veces de gozo y otras desesperación.
No entendimos cuan importante nuestro lugar fue;
cuan bestial es el intento de encontrar felicidad,
las lágrimas oscilan
nos dan la claridad.
En océanos claros de objetiva pulcridad,
algo nos arrastra y tememos
el pesar no entendemos la mitad.
Envidia siempre carcomiendo su santa necedad,
en su mundo no hay suficiente.
algunos deberían morir.


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