31.8.09

Quema de libros

Estamos en la Bebelplatz de Berlín donde se encuentra el memorial de la quema de libros que se efectuó allí en 1933 a manos del partido nacional socialista o más comúnmente conocido como nazi. Bajo nuestros pies antes de mirar de qué se trata el memorial, vemos una placa que escribe Ahí donde se queman libros se acaban quemando también seres humanos" que con mucha razón escribe Heinrich Heine en 1821, mas de cien años antes de que ocurrieran esos hechos en la Alemania nazi.

Francisco toma fotos durante toda la explicación que da el guía y al terminar se acerca para mirar hacia abajo. Es un grueso cristal que deja ver amplias estanterías blancas vacías, con una ausencia en sí mismas que explica todo lo que se ha perdido allí. Se pueden apilar los hasta dos mil quinientos libros que se quemaron esa noche.

Francisco mira y se estremece. A él le hubieran quemado también. Un niño y su madre están sentados al lado del cristal, mirando hacia abajo y Francisco les escucha decir en inglés: "Mira mamá, veo una cerilla ahí" Fascinado, se acerca para mirar desde el mismo ángulo en que miraba el niño y le pregunta en inglés: "Where have you seen the matches?". La madre del niño le contesta que no ha dicho eso, que ha solamente dicho que estaba viendo otras estanterías; coge la maño de su hijo y lo aleja de Francisco como si intentara protegerlo de una mente perversa como esa.

Es normal que Francisco no conozca esta parte de la historia en la que los políticos de la época sentaron las bases para lo que sería su campo de juego y exterminio. Esta parte no es tan conocida allí como lo fue la guerra en sí y los resultados de la catástrofe. De donde viene Francisco es normal que no les hayan contado cosas que han pasado no hace cincuenta, pero quince años y se vienen repitiendo como una constante desde el comienzo de la historia de esos países. Venía de Sudamérica: la eterna prostituta, la que siempre lo ha dado todo para estar a la altura de su madre patria Europa y aún no lo consigue.

Francisco recuerda su propia historia y con rabia profunda piensa qué depara el futuro si seguimos mirando al pasado construyendo memoriales, mientras estas mismas cosas están pasando hoy desapercibidas, injusticiadas. La gente prefiere esperar mirando al costado que intentar mojarse para hacer algo al respecto y no cree este que lo piensa que se trata de egoísmo, es sólo por la eficacia con la que nos inculcaron que ya no hay nada que hacer, que hoy no hay salida.

Quien hoy piensa en ésto, Francisco también piensa "esperemos mirando el cielo y cómo las estrellas se van moviendo hacia la era de Acuario. Esperemos que mientras miramos las estrellas, el manto de ignorancia y la guerra no nos llegue de sorpresa. Todo es lejano hasta que toquen a tu puerta". Francisco reclama auxilio pensativo y se aleja del lugar.

28.8.09

El tren a Berlin

Aledna había creído durante tanto tiempo que las cosas no se pueden conseguir, que acabó adoptando la costumbre de empezar a querer algo para luego descartarlo por otra cosa y poder así reafirmar sus creencias.

Pensaba en esto en un tren en el este de Alemania. Acababan de llegar a Dresde y quedaban dos horas para llegar a su destino: Berlín. Su camino había sido más largo pero por elección propia, eran cosas que al cabo de millas y millas de viaje, se planteaba como alternativa para que éstos tuvieran un poco más de realismo. Últimamente recordaba con añoranza aquellos años en que viajaba largas distancias por tierra. Tenían un poco más de sentido porque se podía apreciar el cambio del paisaje; el cambio no era tan agresivo como subir a una máquina y salir de ella en un lugar completamente distinto, de otra habla, de otro planeta casi. Se había bajado de un avión en Praga y mientras esperaba el autobús, una chica le advirtió que no se podía fumar en la acera donde se esperaban los autobuses. En la estación de tren compró un billete y preguntó por el sitio más cercano para matar dos horas hasta la salida de su tren. Quería matar esas horas comiendo Knedlicky, por lo que se presentó en la oficina de Turismo de la estación para preguntar literalmente eso. La chica que atendía lo encontró gracioso. Aledna no. Hacía seis años que había visitado Praga y ahora estaba sólo por unas horas allí. Lo único que se le antojaba hacer en ese momento, era tomar una cerveza checa y comer los knedlicky que tanto le habían gustado la vez anterior. No vio nada de gracioso en intentar comerlos otra vez, o al menos le pareció mejor plan que dirigirse al Burguer King para hacer tiempo. Por eso, caminó despacio hacia la calle que le habían dicho, muy cerca de la estación y encontró un lugar para nada especial. Dentro, las mesas con manteles de cuadros rojos y posavasos apilados en un costado estaban ocupadas con hombres de aspecto fiero, que bebían vasos de cerveza de un alto de más de veinte centímetros. Al entrar, todos se giraron para mirar a Alela, que llegaba con una maleta de mano negra, pequeña y un bolso verde colgando en la espalda. Se dirigió al hombre de la barra y con un gesto, le dió a entender que quería comer. El hombre le indicó las mesas más apartadas, a lo que Aledna le pareció más cómodo, no le gustaba que la miraran cuando comía sola fuera. Tenía la idea que hacía ruidos al comer y que comía como una bestia. Algo que los años nunca le quitaron.

Ahora miraba desde la ventana del tren, al azul del cielo que ennegrecía sobre tonos de naranjas adormentados. En la negrura las casas eran bajas. Y veía que había llegado a una tierra que, para su mundo, había sido siempre muy lejana, como de una vida pasada. Y si la cadena de ADN tuviera memoria? Tal vez en eso se basaban las terapias de vidas pasadas: ponerse en contacto con la cadena de ADN para que contara su propia historia de lo que había pasado a la sangre mezclada del individuo en cuestión.

Como medio Schmidt que era, pensaba que podría decir que había llegado a su mundo olvidado. Imaginaba conversaciones con gentes nuevas en el futuro y las veía venir, tal y como había discurrido aquella del "knedlicky" No esperaba que cambiara la constante de la sonrisa burlona ante su propósito de estar en Berlín.

Su propósito era simple, dejar de fumar. Ante el vacío de algún otro que justificara porqué había llegado hasta ahí. Al mismo tiempo quería conocer la ciudad que la llamaba hacía más de un año. Que resonaba en sus sueños y que no paraba de aparecer diariamente en su vida. Como gritando que llegara, que había algo allí que no podía dejar de ver.

Recordaba ahora largos discursos de su padre, sentada en el tren. Dios sabía cuánto le extrañaba ahora. Esperaba no ser tan necia como para extrañar a la gente que ya se había ido, sólo cuando no hubiera vuelta atrás. Cuando ya no hubiera posibilidad de reencuentro.

Y si la gente reía, sería el desconsuelo. Porque al final, lo que prometía darle vida, no habría hecho más que engañarle. Ya no quedarían esperanzas, no habría vida.

Pensó que podía descartar el libro para dejar de fumar en algún sitio al acabar, pero indicaba expresamente no abandonarlo y mantenerlo para recordar cosas que pudieran olvidarse.

Dos jóvenes se acercan al camarote y abren la puerta, le preguntan con aspecto asustado y en un idioma que no entiende, probablemente ruso, si ya han llegado a Berlín. Aledna recuerda que le han dicho un momento antes, que esa parada era la de Berlín Schonefeld, por lo que les indica con el dedo hacia delante y les dice "Zentrum", le sonaba que era centro en ruso. La pareja era la misma que le había seguido en Hladni Nadrazi, la estación de Praga. El chico se le había acercado allí y le había preguntado dónde se embarcaba para Berlín, otra vez en ruso. En aquél momento les había dicho con gestos que había que esperar a que saliera indicado en las pantallas, que aún no se había asignado. Luego de lo que Aledna tuvo que cambiar de lugar delante de la pantalla que indicaba los andenes, al sentir una ráfaga de olor a pedo que la asfixiaba. En el momento en que el andén fué asignado, empezó a caminar hacia el final del hall y al darse vuelta, había visto que la joven pareja la seguía de cerca, con los ojos fijos.

Y ahí estaban otra vez, los ojos de la chica brillantes, como de pánico. El silbato acaba de sonar y el tren retoma el movimiento. La chica rusa despierta de su sopor y le dice "Spasibo" para agradecerle. Era claro que sólo hablaban ruso. Estas cosas que tenía el comunismo en Rusia: se les había olvidado o tal vez no se daban cuenta que el inglés era el segundo lenguaje más internacional. El primero es la música por supuesto, en eso no iban tan mal. Pero el inglés era algo que tendrían que haber pensado un poquito más. No saben la facilidad para evolucionar la humanidad como un todo que tendríamos ahora. Igual va a haber esperanzas, esto recién comienza.

Abandonando el cuaderno y preparando su equipaje, Aledna mira por la ventana mientras llega a la estación. Dentro de cuatro preguntas y cincuenta metros, va a encontrar un hotel que la espera suspendido en el tiempo con poltronas y lámparas de los años cincuenta.


27.8.09

La Bestia

Anoche la bestia despertó y se llevó con ella todo.
Toda la ternura de este pasto verde.
Algo que nunca había pasado, siempre latente
desencadenó la tormenta de idiosincracias,
de tópicos tropicales y sudamericanos.
Te convertiste en quien más temías y no pudiste ver
que todo lo destruyes, deconstruyes,
nada es puente a tu alegría.
Ante todas las cosas bellas algo se avecina
y te hace sentir serena otra vez.
Siempre en agonía estabas tan podrida,
que al final las vacas vuelan y el sol casi ilumina.

19.8.09

Smoking kills

En medio de una fuerte depresión, estoy esperando algo que nunca llega, que horror...no quiero reemplazar el tabaco por una adicción como ésta. La de querer tener algo que nunca tuve.
Haciendo el recuento, van unas 33 horas que no fumo. Es la primera vez luego de estos casi veinte años de fumar como un escuerzo, que logro no fumar por mi propia decisión. Lo estoy logrando y lo voy a lograr. Una voz en mi cabeza repite cada vez que lo dudo: "no tengo miedo".
Con respecto al miedo, han ocurrido algunas cosas hoy que me han vuelto a pensar en esto. Cuántas veces he repetido y hablado sobre el miedo? Casi podría asegurar que es una de las palabras que más he usado a la hora de justificar mi inexpresiva manera de moverme por el mundo. Todo por el miedo,veo que es solo una excusa, la excusa perfecta. Como esa manera que tienen los políticos de meternos miedo a algo, para que al fin seamos carne de cañón sin abrir la boquita.
Yo no tengo miedo. El horror es otra cosa...
El horror es desperdiciarte en algo que te auto-destruya, porque la vida es buena. La vida está buenísima, aunque mil veces hayas pensado que no lo era, o que hayas deseado ser enterrado en ese mismo momento. La vida seguramente tiene mil otras cosas que te esperan y simplemente hay que dar la vuelta a la esquina para encontrarlas. No hay que quedarse sentado esperando que la esquina doble por uno (y toda esa sarta de boludeces que vienen en libros de auto-ayuda).
La persona que una vez vivió aquí, solía decir que el mundo está muerto detrás de esa máscara de autosuficiencia y alegría. Que la mayoría somos carneros y que la alegría máxima reside en la autodestrucción severa del cuerpo de quien es consciente que lo único que queda por vivir es el retorno a la naturaleza, como ceniza, como cuerpo que ya está decrépito. Tal vez quien vivió alguna vez aquí tenía razón, sólo por ser humanos deberíamos volver a la raíz y dejar de molestar nuestro entorno. Tal vez los microorganismos, plantas, animales e inertes nos lo agradezcan algún día.
Finalmente sobre la decisión de dejar de fumar, es mas bien porque quien ahora vive en este sitio, se ha dado cuenta que estaba atrapado en una trampa. La necesidad de ser libre y de moverse a consciencia le han hecho querer salir de ella cuanto antes. Ahora los jardines tienen aromas, la comida sabe bien y la coca cola es una caca dulce que resulta cada vez más insolente a su paladar recién estrenado.
A veces alguien a su lado está fumando. A veces los cruza por la calle, o los ve caminando hacia ella en una actitud mas bien cool y de dureza. Ahora si que los ve como lo que son, pobres almas atrapadas en la adicción. Hasta puede sentir el humo que entra por su ventana y se pregunta quién le hace este cruel regalo. Prefiere no saberlo. Ahora mismo son las doce y una hora más ha pasado desde ese último cigarro.
Fue exactamente a las nueve y cuarenta de la mañana. Acababa de despertar en un Ostal del Berlín que un día fuera del Este, todo en él se conservaba como una mezcla entre el hoy y los sesenta. Hasta el salón donde tomó el desayuno estaba decorado con sillas antiguas de esas que había en la casa de la abuela. Ahí mirando la ventana tomó la decisión de fumar su último cigarro esa misma mañana. Ahí delante estaba la cajetilla casi llena de cigarrillos Marlboro light. Se acercó hasta el jardín de fumadores con arenita para jugar al volley y se dió cuenta que no tenía mechero. Se acercó a la recepción y pidió uno. Luego caminando hacia afuera se repetía a sus adentros: "el último cigarro!!" Se sentó tranquila en la hamaca. Respiraba suavemente. Apenas apoyar su trasero, hizo un ruido terrible que la hizo incomodarse un poco. Pensó que tal vez la odiarían los de habitaciones vecinas al ser tan temprano y al hacer tanto ruido la jodida hamaca. Era el momento: cogió el cigarrillo y lo miró como lo que realmente era, un poco de hojas enrolladas, aderezadas con veneno adictivo y con una marquita de una empresa multimillonaria. Lo encendió y pitó cada seca, no con placer, mas bien con asco: "en qué mundo vivimos", pensó "que para sentirnos mejor necesitamos meternos humo envenenado en el cuerpo durante el tiempo que estamos despiertos?" Cuando terminó el cigarrillo, notó que dos chicos bastante más jóvenes se sentaban en una mesa cerca, con una actitud un tanto rebelde, bebiendo cerveza a esas horas. Se estaban liando cigarrillos de tabaco suelto. Se acercó a ellos y les preguntó en alemán: "Hallo, Raucht Ihr?"; el chico más rebeldón, medio atontado aún, le dijo que sí fumaba. Sin decir palabra, ella le entregó el paquete casi lleno de Marlboro Light y le dijo señalando el cenicero en la otra mesa: "meine letzte Zigarrette! Ich bin frei!!" Los dos chicos no salían de su asombro y le agradecían a la vez que le deseaban mucha suerte en su empresa. Desde ese momento la ex inquilina de este cuerpo comenzaba a esconderse entre penumbras y quien hoy os lo cuenta, sabía con certeza que una nueva era en su vida había empezado.


18.8.09

Sufro la insoportable enfermedad del destiempo. En la mente recuerdo y anticipación contaminan el precioso presente que ya no volverá jamás.

What London did to the woman i knew

I'm in the middle of the cancer and all yesterday's memories are gone now. 
Wish I had had a recorder yesterday to remember all the catchy phrases I though of. This notebook's too small.
In the limited mind of an Englishman a Big Tea in a glass (Pint) is just unconceivable. Why would someone look at my as an odd person if i drink my tea in a big glass. I drink my tea in a glass, half filled with natural mineral water. It just looks prettier that way.
Eventhough London's a big city, people tend to scan everyone as if this was a little town. The difference is that they are so used to do it and have so many people to watch, thay proceed in a quick way so that you don't realize. 
Bu hu, why can't i be cool like that? why can't i have a better job, a classier loft and a poshy way to dress in change of my freedom? why?
Society used to have leppers, now he have AIDS inffected, homeless people. It is not hard to look away when they show up in front of you, when you are sick yourself.