En medio de una fuerte depresión, estoy esperando algo que nunca llega, que horror...no quiero reemplazar el tabaco por una adicción como ésta. La de querer tener algo que nunca tuve.
Haciendo el recuento, van unas 33 horas que no fumo. Es la primera vez luego de estos casi veinte años de fumar como un escuerzo, que logro no fumar por mi propia decisión. Lo estoy logrando y lo voy a lograr. Una voz en mi cabeza repite cada vez que lo dudo: "no tengo miedo".
Con respecto al miedo, han ocurrido algunas cosas hoy que me han vuelto a pensar en esto. Cuántas veces he repetido y hablado sobre el miedo? Casi podría asegurar que es una de las palabras que más he usado a la hora de justificar mi inexpresiva manera de moverme por el mundo. Todo por el miedo,veo que es solo una excusa, la excusa perfecta. Como esa manera que tienen los políticos de meternos miedo a algo, para que al fin seamos carne de cañón sin abrir la boquita.
Yo no tengo miedo. El horror es otra cosa...
El horror es desperdiciarte en algo que te auto-destruya, porque la vida es buena. La vida está buenísima, aunque mil veces hayas pensado que no lo era, o que hayas deseado ser enterrado en ese mismo momento. La vida seguramente tiene mil otras cosas que te esperan y simplemente hay que dar la vuelta a la esquina para encontrarlas. No hay que quedarse sentado esperando que la esquina doble por uno (y toda esa sarta de boludeces que vienen en libros de auto-ayuda).
La persona que una vez vivió aquí, solía decir que el mundo está muerto detrás de esa máscara de autosuficiencia y alegría. Que la mayoría somos carneros y que la alegría máxima reside en la autodestrucción severa del cuerpo de quien es consciente que lo único que queda por vivir es el retorno a la naturaleza, como ceniza, como cuerpo que ya está decrépito. Tal vez quien vivió alguna vez aquí tenía razón, sólo por ser humanos deberíamos volver a la raíz y dejar de molestar nuestro entorno. Tal vez los microorganismos, plantas, animales e inertes nos lo agradezcan algún día.
Finalmente sobre la decisión de dejar de fumar, es mas bien porque quien ahora vive en este sitio, se ha dado cuenta que estaba atrapado en una trampa. La necesidad de ser libre y de moverse a consciencia le han hecho querer salir de ella cuanto antes. Ahora los jardines tienen aromas, la comida sabe bien y la coca cola es una caca dulce que resulta cada vez más insolente a su paladar recién estrenado.
A veces alguien a su lado está fumando. A veces los cruza por la calle, o los ve caminando hacia ella en una actitud mas bien cool y de dureza. Ahora si que los ve como lo que son, pobres almas atrapadas en la adicción. Hasta puede sentir el humo que entra por su ventana y se pregunta quién le hace este cruel regalo. Prefiere no saberlo. Ahora mismo son las doce y una hora más ha pasado desde ese último cigarro.
Fue exactamente a las nueve y cuarenta de la mañana. Acababa de despertar en un Ostal del Berlín que un día fuera del Este, todo en él se conservaba como una mezcla entre el hoy y los sesenta. Hasta el salón donde tomó el desayuno estaba decorado con sillas antiguas de esas que había en la casa de la abuela. Ahí mirando la ventana tomó la decisión de fumar su último cigarro esa misma mañana. Ahí delante estaba la cajetilla casi llena de cigarrillos Marlboro light. Se acercó hasta el jardín de fumadores con arenita para jugar al volley y se dió cuenta que no tenía mechero. Se acercó a la recepción y pidió uno. Luego caminando hacia afuera se repetía a sus adentros: "el último cigarro!!" Se sentó tranquila en la hamaca. Respiraba suavemente. Apenas apoyar su trasero, hizo un ruido terrible que la hizo incomodarse un poco. Pensó que tal vez la odiarían los de habitaciones vecinas al ser tan temprano y al hacer tanto ruido la jodida hamaca. Era el momento: cogió el cigarrillo y lo miró como lo que realmente era, un poco de hojas enrolladas, aderezadas con veneno adictivo y con una marquita de una empresa multimillonaria. Lo encendió y pitó cada seca, no con placer, mas bien con asco: "en qué mundo vivimos", pensó "que para sentirnos mejor necesitamos meternos humo envenenado en el cuerpo durante el tiempo que estamos despiertos?" Cuando terminó el cigarrillo, notó que dos chicos bastante más jóvenes se sentaban en una mesa cerca, con una actitud un tanto rebelde, bebiendo cerveza a esas horas. Se estaban liando cigarrillos de tabaco suelto. Se acercó a ellos y les preguntó en alemán: "Hallo, Raucht Ihr?"; el chico más rebeldón, medio atontado aún, le dijo que sí fumaba. Sin decir palabra, ella le entregó el paquete casi lleno de Marlboro Light y le dijo señalando el cenicero en la otra mesa: "meine letzte Zigarrette! Ich bin frei!!" Los dos chicos no salían de su asombro y le agradecían a la vez que le deseaban mucha suerte en su empresa. Desde ese momento la ex inquilina de este cuerpo comenzaba a esconderse entre penumbras y quien hoy os lo cuenta, sabía con certeza que una nueva era en su vida había empezado.
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