17.9.09

Pesadilla en Praga





           Por la mañana del 15 de Septiembre de 2009, saliste de Berlín en tren hacia Praga. Al llegar allí, encontraste la estación Hlavni Nadrazi donde dejaste parte del equipaje y saliste a pasear. 
A la tarde temprano, recibiste la llamada de Tomaz, que te indicó que podías ir para la casa a la hora que quisieras. Estabas tan cansada que le dijiste que preferías ir cuanto antes. Sobre las cuatro de la tarde, emprendiste el recorrido hacia su casa sin mayores problemas. Una vez en la esquina en que te indicó que vivía, lo llamaste y vino a recogerte allí.

                Habías encontrado la oportunidad de parar en casa de alguien en Praga gratis mediante couchsurfing y una respuesta positiva de las siete u ocho solicitudes que enviaste. Tomaz nunca te había dado la dirección, si no que la persona te fue enviando una serie de pistas para decirte que sí podía albergarte y que te iba a mantener al tanto de cómo encontrarse. No tuviste ninguna sospecha, ni intentaste averiguar nada porque tampoco tuviste tiempo de escribirle, te respondió que sí el día antes de emprender el viaje en tren hasta allí. Tomaz te había dicho que, "he was looking forward to meet you".

            Una vez os hubísteis encontrado en la esquina y presentado debidamente, se dirigísteis al edificio a pocos pasos de allí. Subísteis en un ascensor pequeño y llegásteis a la casa. En donde no te mostró el apartamento, si no que se dirigió directamente a la cocina, abrió la nevera y te ofreció algo para beber. Luego que dijeras que agua estaba bien, empezó a enumerar cada uno de los sabores de los zumos de fruta que tenía: Mango, Melocotón, Arándanos, Frutas Tropicales, Naranja, Kiwi. Era como un puesto de zumos en su nevera, pero de tetra brick. Así como de reojo, pudiste ver que no había comida allí, solo los zumos llenaban la nevera. Aceptaste a un zumo de naranja, ya que la petición de tener un vaso de agua había pasado desapercibida.

               Te sentías sucia después de tanto viaje, siete horas de tren, sin haber dormido lo suficiente, fumando en cada ocasión posible, más las horas de caminata por la ciudad.
Luego de tener la primera conversación en la que ya algunas cosas te parecieron "raras" de oir, le dijiste que querías tomar una ducha. Te enseñó el baño y te dijo que si te podía proveer con algo más. Le dijiste que estabas bien y ni bien cerrar la puerta, golpeó para darte el dato de que podías tomar un baño de immersión, ya que no había contador de agua. Te bañaste contenta de lavar un poco de cansancio del cuerpo. El baño estaba limpio, aunque fuera antiguo. La bañera era de porcelana blanca un poco gastada en algunas partes en que se dejaba ver una sombra negra. El lavamanos era también blanco con ribetes y mangos de metal redondeado. Había muchos productos de limpieza pero no pasaste la mirada muy detenidamente en nada. Saliste para poder charlar un rato más, para poder irte a dar una vuelta sin maletas por la bella Praha.

             Seguísteis hablando un poco, cuando notaste que en la pared se encontraban fotos de alguien haciendo paracaidismo. Te contó que era él, que se había tirado más de mil veces, durante el tiempo que había servido en el ejército.
Cuando le djiste que querías invitarlo a cenar a algún lado, te dijo que "no era esa clase de persona" y que de ir a cenar fuera, el único lugar donde solía ir era el kebab o el KFC de la esquina. Le dijiste que te sabía mal no haber traído nada de regalo, que lo mínimo era invitarle a comer y de paso compartir con alguien de Praga una noche fuera. Pero era abstemio, por lo que dijo que, si querías, podían ver una peli en su casa como plan conjunto. Le dijiste que una vez de vuelta en casa, seguramente dormirías porque estabas agotada de haber dormido muy poco.
          
               Estabas en el pasillo esperando para salir, reorganizando las frases que acababas de escuchar; tales como: "la salud debería ser paga porque ahora los viejos se abusan de eso y van todo el tiempo al médico porque se aburren", o, "la educación también debería ser paga para que la gente que no sirve ni siquiera se presente a la facultad"...etc. Pensaste que quizá eran opiniones distintas y no quisiste ahondar en el tema. Una de las razones, era que querías poder pasear un poco y el ya te había dicho que no saldría de casa; la otra era que Tomaz hablaba bien inglés pero se tomaba su tiempo en formular la frase, al igual que vos;  y además hubieran estado horas hablando sobre cosas como política y el ejército. La posibilidad de ver Praga de noche otra vez te tentaba un poco más que quedarse en casa. Estando en el pasillo, viste que había varias fotos de caída libre y parapente; cuando le preguntaste si se había tirado alguna vez, te djo que unas 1200 ¡! y cuando lo miraste dentro de la habitación con asombro, estaba cambiándose los pantalones enfrente tuyo y se quedó en calzones. Giraste la mirada y volvió a mencionar que podían ver una película esa noche, o Star Trek, o alguna "girlie movie" lo cual te chocó un poco, porque pensaste que quería decir porno y luego entendiste que se trataba de películas para chicas, tipo románticas o así. Volviste a mencionar que estabas cansada y que te daba igual ver una peli, que preferirías dormir.


              Entonces, cuando iban saliendo, empezaron a hablar sobre la adicción al tabaco. Te preguntó si beber y fumar eran tus únicos vicios. Obviamente, decir que el sexo también, hubiera sido tomado como invitación, así que respondiste que sí, que era lo único. Había algo en esta experiencia couchsurfil que te daba la impresión de que él se estaba tomando esta estadía como algo un poco demasiado personal. Lo normal era que fuera estrictamente profesional la relación host/couchsurfer, como las veces que tenías vos gente en casa. Ya te había mencionado también que no era un ser social, que raramente salía de casa. Pero tampoco le hiciste demasiado caso, pensaste que "bueno, será su manera de ser" y que era un buen comienzo empezar a alojar gente de alrededor del mundo para conocer nuevas maneras de vida.

              Nunca hablaron sobre dónde dormirías. Te saludó diciendo que esperaba que pudieras disfrutar de tu paseo sin tener que recurrir a tus vicios. Ese comentario era un tanto invasivo, lo tomaste mal. Encendiste un cigarrillo ni bien girar la esquina.

            Montada en el metro, terminaste de sacar las fotos de las estaciones de Praga. Luego, caminaste largas horas sin rumbo fijo. Paseaste cerca del Museo Nacional que tanto te había impresionado la primera vez; luego hacia el Teatro Nacional de Praga que recordabas tan vívidamente con su cúpula dorada, llegando al Voltava y la postal nocturna con el puente de Carlos de frente y el palacio iluminado en la colina. Era muy bonito todo, pero tu cuerpo en un momento no pudo más, te sentaste a tomar una cerveza, para luego volver a la casa de Tomaz. 
             Ni bien entrar, la única habitación que compartirían, estaba completamente iluminada con neón violeta, así que todo resaltaba con luminosidad un tanto tétrica, los blancos púrpuras fugaces y los fluorescentes brillando. Parecía una sala de experimentos o algo así, él en su ordenador con la piel violeta y los viejos transistores encima de la mesa teñidos de ese color también. Las gafas bloqueando con el reflejo blanco, los ojos de ido detrás.
El aspecto de Tomas en la superfcie era normal, pero luego de oírle hablar y reaccionar, te daba la impresión que había algo que no cuajaba del todo. Ejemplo: tenía los dientes del mismo tamaño que los espacios entre ellos, manchados con un reborde marrón carie y esas gafas que le daban cierto aspecto de científico loco. Detrás de su cabeza un póster colgando anunciaba "Genius doesn't come from magic, but from knowledge and self challenge" al tiempo que mostraba una lámpara estallando a pedazos.
De frente suyo, en una estantería, encontraste en la pared, un corazón de chocolate colgando que decía "Ich liebe dich" en colores de mazapán y pensaste que podía provenir de las épocas en que te contó que había estudiado en un pueblo perdido de alemania. Era tan hiper quiche que girabas a menudo la vista para pensar qué haría eso ahí ahora. Al verte con la mirada fija hacia el corazón, te mencionó que no tenía novia pero de una manera especial al estilo: "tranquila, estoy libre", que te estremeció un poco. 
Hablasteis un poco sobre su trabajo, sus hobbies e intereses, para enterarte de que hacía soporte telefónico a partes de coches o algo así y que su hobby era hacer radio amateur. Se pasaba horas escuchando  emisiones de los submarinos aparcados en el mar del norte, o enviando ondas radiales a la luna, para escuchar el sonido que hacían al rebotar en ella. En la habitación ya habías notado varios instrumentos, pero pensaste que se trataba de un analista, un reparador de ordenadores...nunca te hubieras imaginado que servía para eso.
Te preguntó si querías beber algo, por lo que fuisteis a la cocina. Esta vez te sirvió agua. También te sentiste obligada en el ascensor a decirle que habías cedido a tus vicios, porque el ascensor en que habían subido era estrecho y el aliento a alcohol y cigarros de hacía apenas 15 minutos, seguramente era evidente. Doblaste la muñeca, refunfuñando al tener que confesarle esto a un extraño.
          Entonces ya un poco más asustada, bajo las luces de neón y la mirada de él que te recorría de arriba a abajo, le preguntaste dónde podías dormir. Si tenía algún colchón extra. Te dijo como quien no quiere la cosa, que la cama era probablemente la mejor opción porque "íbais a ver una peli y que no teníais que hacer nada que tu no quisieras". Te quedaste flipando un poco, pero pensaste que era una forma de decir en checo traducida al inglés, algo perdido entre tanta traducción. Le dijiste que entonces perfecto, que tenías tal cansancio que preferías una cama aún siendo compartida. Te acostaste en la cama porque tu cuerpo ya se caía solo y te dijo que tenía la lista preparada de las películas para chicas que podían ver. Le dijiste que no tenías preferencia, porque seguramente dormirías y no llegarías a ver el final, así que era mejor que eligiera él. Te dijo que si fuera por él, él vería Star Trek y le djiste que estaba bien, ¡que te daba igual! Pero siguió insistiendo en ver una peli de chicas. Eran todas pelis románticas o con escenas sexuales, así que te decidiste por "El diablo se viste de Prada" que parecía la menos sexual, no la habías visto y la empezaron a ver en la pantalla gigante que tenía para el proyector.
          Desde la silla del ordenador, te seguía recorriendo el cuerpo con la mirada en silencio, al tiempo que ponía la película en marcha. 
         Cuando esta comenzó, el se acostó en la cama al lado tuyo y su brazo rozó el tuyo. Lo quitaste en seguida para que no hubiera el menor contacto y rogaste quedarte dormida cuanto antes. Encima, la película empezaba con chicas en bikinis, maquillándose para ir a trabajar en corsets negros. Típico de las pelis, irreal, nadie tiene ese tipo de ropa interior. La mayoría de nosotras usamos cosas de algodón desgastadas para ir a trabajar. O sería cosa de las neoyorkinas? Nah, nadie se pone eso para trabajar a las ocho de la mañana. 
          Entre la trama romántica de la película y el stress de que el chaval se te tirara encima, la viste enterita, se te pasó el sueño completamente.
           Ante sus preguntas, tuviste que explicar que no usabas maquillaje, que te parecía tonto producirse y que la competitividad estaba bien hasta cierto punto. 
En un momento, se levantó a la cocina como sobresaltado y volvió con chocolates en una bandeja, que te ofreció. Aceptaste por no discutir porque querías nada en realidad. Te daba la impresión de que si decías que no, te hubiera insistido y te estabas perdiendo la trama que se había puesto dentro de su mediocridad, bastante interesante. 
Ni bien morder el chocolate entraste en pánico porque volvió de la cocina comiendo otra cosa y te entró la duda de si era posible que hubiera puesto alguna sustancia en el chocolate. Una escena muy de "Happiness" que no te hubiera gustado repetir. Mordiste un pedacito y lo dejaste, ante la duda, en el plato que había en el otro escritorio de tu lado de la cama. Durante todo el film, de repente daba respingos en la cama y te daba la impresión que se acercaba cada vez más hacia tu lado. Como para completar el cuadro de maniático, se reía de las bromas con cierta exageración y casi una décima de segundo antes de que la misma acabara. Dedujiste que él sí la había visto a esta joya  Permaneciste todo el tiempo con el brazo sobre la cabeza para que no hubiera manera de que él pensara que deseabas algún tipo de contacto, lo cual aumentaba tu incomodidad y estrés. 
Cuando terminó su yogur o lo que fuera, que se comía con desesperación, en vez de dejarlo de su lado de la cama, cruzó su brazo por encima de tu cuerpo y te endureciste un poco más aún. Te veías intentando luchar contra una persona bastante más corpulenta que vos, medía un metro ochenta al menos y era ancho de hombros.
En la trama de la película, el personaje en un momento hace un juego de palabras diciendo "boyfriend" y pensaste que podría ser buena idea decirle al final de la película que tenías novio y estabas más cómoda durmiendo en el suelo, como para suavizar el haber cambiado de opinión.
Te cogió picor en un pie y al moverlo, te preguntó si todo estaba bien. Le dijiste que sí, que sólo tenías picor en un pie y te respondió que si querías un masaje de pies. Ahí ya fue el colmo, le respondiste que por supuesto que no querías, seguiste viendo la peli y pensando que coño estabas haciendo en un apartamento de un ex militar en un barrio normal del norte de Praga. Suerte que era más o menos céntrico, te imaginas si no? 
Pues, la película terminó e hiciste algún comentario sobre la misma. Le dijiste inmediatamente que querías dormir en el suelo y te respondió: "porqué? no soy un buen compañero?" ahí ya cogiste un tono seco como para acabar con el cuento y le dijiste que no, que tenías novio. Te dijo que si era tu novio o le novio, intentando emular la ridícula frase de la película. Y contestaste que estabas más cómoda en el suelo, a lo cual te dijo que era imposible que el suelo fuera más cómodo, pero que tu misma: "you called the shots", te dijo;  "Pues entonces si soy yo quien decide", le dijiste, "quiero dormir en el suelo". Respondió él haciendose el duro, que tú misma y "you call the shots". Es increíblemente insoportable ver la enfermedad mental de la gente a veces. Muy frustrante. En ningún momento te intentó explicar dónde estaba el famoso colchón que anunciaba en su perfil de couch surfing. Le tuviste que preguntar si estaba debajo de la cama.
Al intentar recuperar el supuesto colchón de debajo de la cama, era simplemente una colcha, pero ya te daba igual! lo único que querías era dormir y que llegara mañana para no ver a ese personaje siniestro nunca más!
Te acostaste en el suelo y dijiste buenas noches a lo cual respondió sin más. Las luces permanecieron encendidas, con todo su fulgor utravioleta, como las que hay en los pasillos de discoteca, cutrísimo. Intentaste dormir, pensando en todo lo que había pasado hasta que explotaste de la duda de si había el menor peligro y te pareció que lo mejor era hablar del tema claramente. Le dijiste que no entendías a qué venían esos comentarios y que no había ningún "shot que llamar" que no había decisión ninguna de tomar, a lo que te ponía cara de no entender de qué estabas hablando y te dijo que no había problema. Le dijiste que entonces bien y te volviste a acostar, pensando en la mala suerte de haber caído ahí, a la merced de este enfermo.

Volviste a intentar dormir mientras él tecleaba en su ordenador y masticaba algo crujiente que se escuchaba claramente. Entremedio de los crujidos que salían de su boca, las teclas que bajaban lentas, como si escribiera una    palabra          diciendo                       nada. Cada tres o cuatro minutos, ahogaba una pequeña risa y tu paciencia se acababa. Al mismo tiempo, empezabas a imaginar todo tipo de cosas, y a darte cuenta de a poco que había mencionado que su nombre no estaba en el timbre de la puerta, que nunca te había dado su dirección exacta y nadie sabía que estabas allí y que, como ese tío se te tirara encima, la posibilidad de ganarle una pelea era bastante baja. Además a todo esto, seguía pasando por encima de tus piernas para ir a la cocina y luego al baño. Tu paciencia y tus nervios empezaban a quebrarse. Cada vez más te sentías en peligro y dudabas de si podrías dormir tranquila luego de todo eso, mientras las luces violetas como las que usaba el carnicero de la esquina, seguían encendidas a la una de la mañana. Habías salido de casa esa misma mañana a las cinco para tomar el tren, el agotamiento ya era extremo. Tus paranoias cada vez más en aumento te impedían dormir y pensabas que en cualquier momento volvía el tío de la cocina con un cuchillo a amenazarte. 
De repente, se escucha que va al baño y ni un solo ruido. Como si no estuviera haciendo nada ahí dentro. Obviamente tu paranoia te devolvió una imagen de él sentado en el vater masturbándose de manera histérica. Hasta que se abrió la puerta y entró otra vez a la habitación.
Volvió al ordenador a masticar yo que se qué era esa cosa crujiente y a emitir risitas. Ahora tus ojos estaban abiertos de par en par, esperando que quizá se fuera a dormir pronto. De repente se volvió a levantar, para esta vez ir al baño a lavarse los dientes. Ya pensabas que quizás era mejor irte de ahí y recordabas el hotel que viste al llegar de vuelta a su casa esta noche en la esquina, tal vez no fuera tan caro. El cansancio era tan grande que no dormir te torturaba. 
Luego de cinco minutos de reloj escuchándolo lavarse los dientes a boca cerrada, volvió a tu mente la imagen de los seis o siete cepillos de dientes en el baño y "Bilbao", una película en que un maniático sexual se lavaba la boca durante largo rato para eliminar los gérmenes y raptaba a una mujer para rasurarle el coño; así que saltaste de la cama y fuiste directa a coger tu bolso. Cuando salió del baño, le dijiste que te ibas que no te sentías bien, literalmente "I'm leaving I don't feel very well". Te respondió si querías una aspirina a cual más asombro y le dijiste que no, que te abriera la puerta de abajo para poderte ir. Pensaste en tu cepillo de dientes en el baño, pero no te importó, pensaste en abandonarlo sin más y salir de ahí con el menor rasguño posiblel. Justo cuando ya salía por la puerta, se giró y te miró seriamente, preguntando si no estabas olvidando algo y le dijiste que no. Te dijo que tu cepillo estaba en el baño, pero estabas tan estresada al punto de gritar, que le dijiste que no lo querías, a lo cual te miró con cara de reproche. Basta! volviste al baño a buscarlo sólo para que te dejara ir. Bajaron por el ascensor y cogiste el teléfono para hacer ver que estabas llamando a alguien o mandando un mensaje. Se giró y te dió la espalda hasta llegar abajo. El ascensor bajaba lento, tus manos temblorosas intentaban asir el teléfono correctamente. Eran la una y veinticinco de la madrugada. 
Al borde del colapso de stress, llegaste a la próxima esquina al hotel, a la calma otra vez. Dos hombres en el lobby de aspecto normal te dieron un respiro de tranquilidad. El conserje, atento a tu estado, te preguntó si estabas bien. Le respondiste que necesitabas habitación urgente, que estabas muy cansada. Te respondió que había una doble tres estrellas disponible y al conocer su irrisorio precio, te alegraste tanto que casi lo abrazaste diciendo: "¡sí, sí, quieroooo!". Le contaste la historia y para relajarte te fumaste casi todo el atado de Camel que habías comprado ese mismo día, acompañado con un Baileys doble, escatimado por el barista que te midió meticulosamente porque no entendía bien que alguien de tus pintas y de tu edad estuviera a esa hora, en ese hotel; con el ordenador encendido y listo para enviar una reseña negativa de tu experiencia de couch surfing.

8.9.09

Warte mal

Era una tarde en que Aledna, sentada, miraba la vida pasar, la gente y las horas. Veía que no habían viejos en este nuevo mundo. QUe la persona más mayor que se presentaba por las calles de este barrio que parecía tan suyo, tenía como máximo, que? Cuarenta?
Con una frecuencia de cuatro bicicletas por minuto, pensaba que esta ciudad le gustaba cada vez más. Con cada bicicleta, cada pareja joven o un niño en la sillita de la bici de su madre.
Con una frecuencia un poco menor pensaba en Jeffrey Lewis. Ya de por sí, ese nombre la había atrapado. Había pensado que se trataba de otra persona cuando descargó un par de discos y los escuchaba con inicial indiferencia. Hacia la tercera canción del primer disco descargado, que databa ya de hacía siete años, Aledna enloqueció. La canción que escuchaba ahora hablaba enteramente del Chelsea Hotel. Que era esta nueva conspiración del destino? No hacía ni tres semanas que ella misma había estado hablando de esta canción apasionadamente con un amigo, luego otro y luego otro. Todos la habían escuchado y casi no veían la importancia que tenía esa canción de Leonard Cohen y ahora él, el propio Jeffrey estaba cantando esta canción genial sobre otra canción que, a su parecer, era la crema de encima.
Y ahora escuchaba más atentamente el resto de canciones de ese disco y caía cada vez más que Jeffrey era su alma gemela.
El único problema que se presentaba era que Jeffrey era un pelín famoso o poseía una cierta cantidad de adeptos y odiosos fans que harían que su misión de encontrarlo y jurarle su amor eterno, fuera mucho más difícil.
Pero lo haría, lo había decidido hacia el cuarto día de enloquecer con alguien que sentía tanto como ella. Y cuando Jeffrey la encontrara, se daría cuenta que Aledna era la mujer que lo estaba esperando igual de desdichada, en otras latitudes. 
Tal vez se habían cruzado una vez en el metro cuando estaba en Manhattan, o quizás se tomaron un tren upstate juntos sin reparar el uno del otro. Probablemente no, como diría Jeffrey, pero podría ser.
Aledna había pensado siempre que estaba destinada a producir algo que el mundo no podría de dejar de necesitar. Probablemente esquizofrénica con delirios de alguien que no había sido lo suficientemente social como para darse cuenta que era sólo otra persona. 
Las abejas estaban todo a su alrededor zumbando, aunque no les temía. Había aprendido en las colmenas de su padre que si te entraba el pánico, las abejas lo olían y atacaban con más fuerza. Recordaba algunos de estos capítulos con más pena que miedo, sabía que cada una de las abejas que arremetían contra el traje blanco, morirían en pocos segundos en honor de su reina. Para protegerla daban su vida contra el invasor y usurpador ser blanco. Tal vez para ellas ese ser blanco era el demonio contra el que rezaban en la iglesia abejal. Tal vez no, pero nunca lo vamos a saber no? o bueno sí, el día que se encuentre una abeja con tres rayas amarillas y una blanca, digo siendo el pastor deberá diferenciarse del resto de algún modo. Por todas estas cosas, Aledna simplemente decía para sus adentros mientras esperaba a Cristian "váyanse, déjenme sola"
Su pulso era constante mientras escribía el plan secreto para conocer al hombre que amaba ahora. Mientras, sentada enfrente del Gorlitzer Park, esperaba a Cristian sin grandes expectativas, ni demasiada anticipación. Encontrarse con él era como un pasatiempo para no dar tregua a su otro yo. Para que no tuviera lugar de aparcarse la persona que antes vivía allí.
No pudo terminar las líneas en que estaba intentando preparar el plan, ya que Cristian se le acercó y le sorprendió por detrás, intentando leer lo que escribía.
Esa noche terminaría por olvidar a Jeffrey y a Él, el que siempre la quería no importaba qué pasara. Las respuestas no estaban ni cerca de llegar. 
Más bien pensaba que no había nada otra salida, que no había nada peor que ser conscientemente necio e imbécil. Pensaba que si alguien le preguntara porqué estaba allí, contestaría gravemente: "porque desde que mi padre murió, la familia tiene serios problemas psicológicos que no se han tratado de una manera adecuada por un profesional". Sabía que no podría contestar eso, aunque hizo un intento fallido esa misma noche.
Cuando había un artista en el ambiente solía tener problemas al no encontrar un lugar donde meterse. Solían acaparar la atención y le quitaban a ella la posibilidad de contar al mundo una historia que no era del todo cierta, pero era simple de escuchar. 
La historia de porqué una persona quiere tanto llegar a un lugar, como si la sangre misma lo dictara. Algo que desde dentro suplicaba llegar a ese lugar. Como si allí se acabaran largas noches de ensimismamiento. Tal vez un día ese momento llegaría, pero no era ahí tampoco. Siempre tendría que buscar sin sentido algo que ya no estaba, que se había desvanecido en el aire mientras nadie lo veía. Si bien dolía mucho entender, no tanto así era el explicar; que daba todo tipo de excusas posibles. Hasta que ya no había más manera de excusar lo inexplicable y prefería hacer una mezcla de todas. Justo ahí era donde la gente la dejaba como de lado, lista para carcomerse sola.

7.9.09

Triste adiós a Cristian

Bueno, el tiempo dirá. Hablar no lleva a nada, mejor amémonos en silencio y dejemos que las cosas lleguen solas o no lleguen nunca. No quiero llorar para siempre, aún sabiendo que lo que digo parece una canción mala" pensaba Aledna. Como siempre, buscaba la manera de que las cosas fueran un poco más estresantes. No quería que fuera así, pero tantos años de dolor le habían levantado callos en el alma que no los quitaba nadie, ni nada. Sólo el estado natural de las cosas le recordaba lo poco que valía la pena el esfuerzo por estar triste.

Era sábado a la tarde. Aledna recibió al fin la llamada de Cristian. Algo en su interior le había dicho que iban a verse ese día. Era una sensación de certeza que iba creciendo con las horas, cada vez más fuerte iba sonando el llamado de Cristian, hasta que se materializó. Si bien, sabía que era posible obtener lo que quisiera, no sabía aún dominar sus antojos. Deseaba cosas efímeras que luego terminaban por hartarla, no eran reales.
Cristian le preguntó qué haría esa noche y ella le respondió que no haría nada, sin sentirse tonta por ello. Le parecía normal no hacer nada un Sábado a la noche. Tal vez la habían olvidado hacía tiempo o tal vez era ella quien no sabía cómo recordar a la gente.
Aceptó verse en casa de él en algunas horas y cuando finalmente se despegó de su casa, sin haber concretado una hora fija para verse, cogió la bici y recorrió los casi ocho kilómetros en tiempo récord. En el camino, se preguntaba cómo podría entrar al edificio, o si debía llamarle por teléfono antes para avisar que estaba llegando y justo cuando llegaba a la puerta, ahí llegaba Cristian en bicicleta como si viniera de una batalla en su caballo, transpirado y sonriente. Se besaron. Entonces, toda paranoia que venía germinando en su interior se le pasó, de momento. Subieron y ahí estaban los amigos de Cristian, Javier y Etienne, que habían llegado hacía unos días desde Francia para salir de fiesta con su amigo en Berlín. Charlaron un rato con ellos hasta que se fueron a comprar algo para comer. Al fin solos, estuvieron mimándose en silencio por menos de dos minutos, el timbre volvió a sonar: eran dos couchsurfers que llegaban ese día a quedarse en casa de Cristian. Una pareja de australianos que venían viajando por Europa desde hacía dos meses.
Conversaron los cuatro un rato sobre intereses y oficios, no sin que Aledna rogara en silencio porque no le preguntaran nada a ella, temía esa pregunta en una época de su vida como esta. No tenía idea de lo que haría ni lo que quería para su vida, más que viajar. Llegaron los franceses con sus kebabs y siguieron conversando un rato. Estuvieron en la casa dando vueltas hasta que salieron los cuatro a una exposición en que concursaban trescientos diseñadores, con sus respectivos carteles. El ganador empapelaría la ciudad con motivo de la celebración por haber sido Berlín elegida como ciudad del diseño por la Unesco.
Un amigo de Cristian, Oliver había participado sin éxito, no había pasado ni la primera ronda. Sin importarle, se presentó al vernissage igualmente para pegar su cartel en medio del de los ganadores. Cristian le acompañó durante toda la acción para grabarlo con la cámara, mientras Oliver repartía corazones por el aire y cantaba "Berlin in der Liebe" a los invitados, que no entendían bien si se trataba de una performance dentro del marco de la exposició, o si se trataba de un chalado.
El cartel de Oliver era simple. Abogaba a que el amor es lo único necesario, que el arte es amor y el arte sin amor no es nada. Buscaba enviar un mensaje no tan frío como otros que se limitaban a dibujar rayas, formas frías, colores oscuros.
Cuando hubo acabado su performance Oliver, estuvieron fumando porros en las instalaciones del archivo de la Bauhaus, el escenario de la muestra. Bebieron, fumaron y recogieron copas para que les dieran los dos euros de seña que había pagado el resto de gente por el vaso a devolver. Les llamaron la atención por no ser "justo" recuperar el dinero de otras personas, cuando en realidad creían que como invitados, tenían más derecho que los organizadores de tenerlo.
Cuando ya empezaban a mirarlos mal, partieron nuevamente a la casa de Cristian, donde él le cocinó otra vez. Les hizo a todos una pasta con lo que había: un poco de cebollas, huevos, lo que sea que hubiera en la nevera. Aledna se esforzó por que le gustara el plato, pero no pudo evitar responder que no cuando le preguntaron. Se sentía una hija del diablo. Maleducada, desagradecida, vil aprovechadora y parasitaria de situaciones.
Los amigos de Cristian salieron solos por Berlin. Apenas se fueron, ellos retomaron los mimos interrumpidos de la tarde, hasta que cayeron rendidos. Se despertaron al alba cuando volvieron Javier y Etienne. Al parecer se lo habían pasado genial.

La mañana siguiente, ella despertó temprano y no pudo dormir más. Cuando al fin él también lo hizo, intentó hacerle el amor en silencio en la misma cama que compartían con Javier y Etienne. Desistió cuando ella le dijo que estaba hambrienta, que podrían desayunar fuera de casa para no despertar al resto. En el salón, el suelo estaba invadido por los australianos que habían llegado en algún momento de la noche y se habían sistemado su camita como pudieron.
Salieron juntos en las bicicletas a un mercadillo de pulgas en Neukölln, por que era domingo, día sagrado para ir al mercadillo según Cristian.
Antes de adentrarse en el mercado, comieron juntos un desayuno durante el cual Aledna no pudo esconder que tenía problemas con la comida, que no sabía alimentarse de manera adecuada. Le fallaba el pulso, masticaba mal, rechupaba la comida. No sabía conversar y comer al mismo tiempo. Estaba tan acostumbrada a comer sola que si necesitaba hablar y comer a la vez, hablaba con la boca llena, era repulsivo verle. Se dio cuenta de esto un día en que se vio a si misma comiendo enfrente del ordenador, se había grabado para verse. El resultado fue una gran decepción. Se dio cuenta que verla comer era bastante desagradable. Intentó esconderlo mientras comía delante de Cristian, pero fue peor. Cuanto más intentaba esconder su sucio secreto, peor comía, se le caían pedazos de la boca, se le escapaban eructos. Le contó a Cristian, como distracción, sobre su manía de tomar bebidas con temperatura ambiente, de la frustración que un café caliente podía provocarle. También sobre la manera de tomar té, en vaso grande con mitad de té y mitad de agua para que no le quemara la lengua. Era una manera suya de saberse diferente de la gente.
Fueron al mercado buscando cosas, ella cuan "Osías, el osito en mameluco" miraba las paradas de reojo y no veía nada entremedio de la mierda que había. Vagamente, compró un disco de Black Sabath para su hermano y un libro del oso "Paddington" que solía leer en inglés de pequeña. También encontró una placa antigua de militares de la extinta República Democrática Alemana. Cristian encontró cosas mucho más útiles como una rueda nueva y una etiquetadora automática. Durante todo el tiempo estuvieron hurgando separados, ella le buscaba entre la multitud de gente y los gritos de "ein Euro, ein Euro". No le interesaba tanto el mercado como el juego de encontrar a Cristian para robarle un beso o abrazo.
De vuelta en casa de Cristian, él le confeccionó un paquete especial para que pudiera enviar el disco a su hermano por correo. Los amigos parecían cansarse de la presencia de Aledna, o al menos así le parecía a ella que iba incomodándose al cabo de las horas. Pensó en irse a casa, pero la idea de estar sola otra vez le aburría tanto que no osó a decir nada. Critian tenía que ir a casa de Oliver a ayudarle a armar la barbacoa de esa tarde en un terreno baldío de Kreuzberg. Le dijo que podía acompañarlo, pero ella sintió que lo hacía por obligación más que por querer ir con ella. Se notaba que era todo un caballero y nunca le hubiera dicho que estaba cansado. Ella no podía dejar de pensar en su incomodidad, le dijo a él que sentía que lo estaba invadiendo un poco, que quizás tendría que dejarlo tener su espacio. El le contestó que quizás era cierto le golpeó la cara con tres palabras, pero testaruda siguió quedándose con él.
Estuvieron en aquél terreno a orillas del Spree, donde se reunían a brindar apoyo a Oliver que había hecho un muro, oda al amor en su esplendor. A Cristian le pareció horrible, a Aledna no. Lo veía como algo que por más que fuera lo que fuera, era algo que ella no podía hacer. Alguien alrededor empezó a cantar "Girl" de los beatles, cantando justo el párrafo donde decían "Hay alguien aquí que quiera escuchar mi historia, todo sobre una chica que vino a quedarse" Solía Aledna pensar que todo era por ella o un mensaje oculto, por lo que no le costó pensar que quien cantaba, se dirigía a ella en tono burlón. La marihuana había empezado a hacer efecto, ese efecto aterrador en que todo recobraba una magnitud irreal y todo eran ataques contra su persona. Cuanto más pensaba este tipo de cosas, más en si misma se encerraba, mostrando una cara que no podía ocultar: la de su propia ignorancia y egoísmo.
Mientras la gente seguía llegando y ella seguía sin poder conectar con nadie más que Cristian, que parecía quererla sin preguntarle nada. Su pecho se cerraba cada vez más y fumaba sin cesar, si bien había dejado de fumar hacía una semana sin poder conseguirlo. Lo único que atinaba a hacer era fumar más y beber. Temblaba de frío porque había pasado unas tres horas sin moverse, sin hacer nada ni producir nada más que una raya verde en la cara de su compañero. Cuando Cristian al fin le dijo que quería volver a casa, cogieron las bicis y saludaron, pero no pudieron irse porque Oliver le pidió ayuda a Cristian para mover su obra de arte a la factoría que había enfrente. Con rabia, Oliver empezó a gritar: "Wir brauchen sechs Personnen!! Sechs Personnen!!!" Aledna reaccionó a tiempo y ayudó a mover el cuadro, no sin sentir que no era bienvenida a hacerlo. Algo ya se había bloqueado dentro suyo y empezaba a madurar. La mujer que solía ser estaba de vuelta y arruinaría el día, la noche y la mañana siguiente. Por qué no, el resto de sus días.
Cuando al final cogieron las bicis, fueron juntos y en un intento de volver a conectar con Cristian, Aledna lo cogió para poder ir a la par en la bici. Cuando estuvieron a punto de caerse, Cristian la soltó y le gritó enfadado: "lache!" luego de eso, siguieron en silencio y Aledna se estresó cada vez más. Se sentía desquerida, justo lo que su cuerpo estaba acostumbrado a sentir. Ahora si que podía estar satisfecha, ahora si. Pensaba sin cesar por el camino, que tal vez era hora de irse y dejar a Cristian extrañarla. Que no quería estar con ella más.
Fueron a la casa otra vez y ahí estaban los amigos, como clavados por la resaca a las sillas y sofás de la casa. Ya ni siquiera hablaban con Aledna. La miraban de reojo y la hacían sentir aún peor. Aledna encontraba solo consuelo en Cluny, la gata que la buscaba y se le subía al pecho para hacerle mimos. Cristian le preguntó si quería ver una peli, pero ella estaba tan en medio de su rabia mental que no sabía que quería. Ya, la muerte del amor era cuestión de horas.
Cuando al fin eligieron el film y terminaron de verlo, Cristian le preguntó qué quería hacer otra vez. Si deberían salir o no. Otra pregunta imposible de responder sinceramente. Los porros y la rabia mental batallaban en la mente de Aledna para ensordecerla cada vez más y no saber qué decir para no pasar como una completa imbécil. Durante todo ese día no pudo evitar hablar en castellano, inglés y alemán en una mezcla imposible de comprender, todo al mismo tiempo. Cristian le había dicho varias veces que no entendía nada de lo que le decía en castellano, pero ella no podía evitarlo. Era como si tuviera que dejar lugar a la otra persona que vivía en su mente que no paraba de hablarle en castellano. Se sentía impostora por pensar que podía comunicarse con la gente en otros idiomas, cuando en realidad no deseaba comunicarse en ninguno. La única charla que ahora permitía era la de su herido ego con la que antes vivía en su cuerpo.
Al final optaron por hacer crepes y Aledna, por no sentirse tan inútil, se ofreció para hacer algo. Pero claro, no había hecho crepes desde que tenía diez años, cuando se pasaba horas haciendo crepes con su abuela. Se puso a intentar comenzar hacer el caldo y lo arruinó. Ahora se había convertido en una masa grumosa imposible de arreglar, a lo cual sólo decía "Cristian, mira lo que estoy haciendo". Sólo quería desaparecer ahora, respirar su tragedia y comerse su frustración.
Cristian empezaba a verse agotado por la situación, pero lo manejaba de la manera más amable posible. Hizo unos crepes muy buenos con gusto a cerveza y otra vez hubo el problema de comer en público. La mano de Aledna temblaba cuando se acercaba a la boca y engullía más bien lo que iba entrando con dolor y pudor.
Cuando terminaron ella se fue a la habitación esperando que Cristian volviera a ser el de ayer. Y ella también. Pero no fue así. Aledna se hizo un bollo en la cama y pensó que tal vez mañana sería mejor. Que su cabeza dejaría de producir tragedias como romper copas y tirar botellas por el suelo. No fue así.
Antes de dormir, Cristian le dijo que estaba preocupado por otras cosas al intentar justificar porqué estaba tan frío con ella. Obviamente ella se dio cuenta que las respuestas a veces han de ser más simples que la verdad, para que la verdad no sea sólo una y haya posibilidad para un reencuentro entre esa verdad y las otras que vagan por el ambiente.
Por la mañana, dormir se tornó imposible y Aledna hizo lo posible para despertar a Cristian que roncaba con una frecuencia agobiante. Una vez despertó hablaron un poco y fue evidente que tendría que marcharse, que la situación no daba para más. Le dijo a Cristian que se iba, a lo que él no se opuso. Mientras aumentaba su indiferencia, la tristeza comenzaba a aparecer nuevamente y ahora podía volver a sentir ese viejo sentimiento que la llevaba a casa, a encerrarse a pensar porqué no podía ser como los demás.
Cristian no se movió, sólo la observó vestirse. Aledna se sentó al borde de la cama y le dijo que se iba, a lo que la gata volvía a abrazarla y no la dejaba ir. Cristian no atinó a mas que decirle que esa noche iban a salir y que mañana su vuelo era temprano; le preguntó si debía llamarla para que salieran juntos. Un "no" de respuesta de parte de ella los dejó secos. Hablaron sobre si volverían a verse y probablemente no sería posible porque ella se iba de Berlin a Praga para tomar su vuelo a Barcelona justo un día antes que él estuviera otra vez en Berlín. Aledna sin saber más que hacer le dijo que estaba contenta de haberlo conocido, el sólo dijo en inglés "I'm sorry".

4.9.09

Carta para Aledna

                                                                                                                                                            Berlín, 04 de Septiembre de 2009


Querida traidora,

Te escribo estas líneas para que sepas que la autointoxicación constante que realizas a tu cuerpo te hace perder la claridad y es por eso que hoy no para de resonar en mi cabeza que la claridad ciertamente está oscureciendo otra vez. Es claro que ya no hay espacio para las dos; por lo que te ruego, si puedes perdonarme la vida, por favor. Algo me dice que te estás equivocando y tu juego es nocivo. Recuerda bien lo que te digo anemiga: estamos aquí para otras cosas que no sean estas de herirnos mutuamente.

Desde aquella tarde en que la morera de enfrente de casa te veía bajo el sol rasparte los brazos con botellas de Coronita rotas para que el nombre de quien no te correspondía se clavara en tu piel, o aquellas otras tardes en que encerrada en el cuarto de la Esponda te quemabas los brazos con mecheros escuchando Loco Live de Los Ramones hasta saberte cada una de las veinte letras, las noches que buscabas el fin de petacas de vodka de fresa durmiendo abajo de algún zaguán generoso, o cuando jugabas a ser mayor con tus amigos HIV positivos, con los cuales fumabas largas horas y culminabas la creación de los vicios que ahora te resultan imposibles de abandonar. Siempre supiste que no era eso, pero aún así lo hiciste y yo te miraba largamente. Te quería matar pero yo era la buena, nadie nunca me supo tan cerca como yo de ellos. Vos siempre estabas adelante, seria, enojada, desafiante, ácida, sarcástica, insoportable, inmersa en tu propio sopor. Algo desde siempre te hizo odiar a todos y todo aún más que a vos misma.

Si bien la fe tocó alguna vez tu puerta y podría haberte ayudado a irte serena, decidiste darle un portazo en la cara por sentir amenazada tu libertad que de tan pequeña te hacía tuya, siempre querías más.
Aunque no lo creas anemiga, ésta también es una carta de amor. No hace falta que rebusques mucho en las líneas que contiene, porque ya ves: no tenés ni idea de lo que es el amor. Espero alguna vez lo encuentres entre medio de entre piernas, pelos largos, otros cortos y sesiones de auto flagelo. Tal vez nunca lo hagas, pero espero que sí; ya que soy la única que te conoce bien y tu última bocanada de aire antes de extinguirte me hará desvanecerme en el aire a mi también.

Nadie más que vos misma decidió que se corte tu pequeña ala, aunque te daré el beneficio de la duda que simplemente no hayas sabido como manejarte sin hacer caso a tu verborragia interna. Te faltaron voces de afuera y aprender a escuchar. Muchas cosas como para enumerar ahora que el fin ya se acerca.
No tengo más que hacerte una venia y decirte que; si bien todo esto que te cuento puede sonar severo, algunas cosas estuvieron bien y nada puedo agradecerte más que tus ansias por ver mundo, que me hicieron a mi también ver tantas cosas indescriptibles. Nadie ya podrá quitarlas ni conocer las mismas cosas, solo vos y yo.
Otra vez me despido y te recuerdo anemiga.


Sinceramente tuya,

C

Corinna

Corinna había estado tanto tiempo en la carrera de ratas, que ya no sabia donde estaba su boca. Su cuerpo ya no le pertenecía y era casi esclava de una rueda de interminables horas. Su destiempo era total. Miles Davis y Kind of Blue se habían subido al avión con ella para perseguirla desde Barcelona a Berlín, ultimamente de las ventanas cercanas a su casa salía "Freddie the Freeloader" y llegaba lejano. Justo anoche hablaba con uno de sus amantes sobre alguien que era un freeloader. Corinna estaba sorprendida porque había escuchado tantas veces esa palabra y nunca había movido un dedo para averiguar qué significaba realmente. Hubiera pensado que era mas bien un contrabandista, pero justamente anoche se lo habían dicho. Era uno como ella, alguien que se aprovechaba lo más posible para recolectar de su entorno lo que fuera necesario presentando el esfuerzo mínimo posible. Aunque a veces, trataba de engañarse a si misma para pensar que era una de esas gentes imprescindibles para el mundo. Cristian le había dicho anoche, que estos freeloaders no le caían muy bien y ahí estaba, tratando de tocarla, acariciarla. No sabía bien porqué le pasaban esas cosas.

Esa tarde estaba sentada en la mesa, delante de su cena para uno y pensaba en frases de poca monta para no sentirse tan inútil. De repente, algo en su interior estalló y pensó una frase que cinco minutos después ya no recordaría. Se levantó corriendo a buscar su cuaderno y grito "Corinna!!!" fue ahí que, al volver a la mesa, la cabalgata infernal que ocurría en su mente pareció aminorar la marcha y pudo escuchar que Freddie the Freeloader a había seguido hasta aquí.

Tan cerca que le tocaba los pelos, le soplaba aire caliente en la nuca. Abría la boca grande y apostándola en su cabeza, expulsaba casi un bostezo en la fría cabeza de Corinna. No podía creer que alguien pudiera ser tan estúpido e ignorante y sin embargo lo era, la cosa más tonta que jamás se ha visto.

Solía Corinna extrañarse cuando se daba cuenta que conocía gente muy copada. No sabía como. Suponía que el Universo simplemente proveía y algunas cosas caían en sus manos como preciosos regalos que no sabía abrir y terminaba rompiendo.

Mientras Miles se esforzaba por llegar a sus oídos, Aledna pensaba siempre más y más. Siempre sería Aledna y punto. Nada de Corinnas o Candidiasis. Aún así, le gustaba corinna porque se le había aparecido en la mente de repente. Entremedio de toda la mierda que su cerebro no paraba de drenar.

Pobre Corinna (Aledna) no sabía muy bien vivir. Hasta casi ni comer ya sabía. Se imaginaba vieja, tipo de sesenta, haciendo amigos más jóvenes para poder sentir que a la gente joven sin cabeza, podría gustarle alguien tan horrible como ella.

Cuando acabó la comida, pensó otra vez en Cristian. Durante todo el día, el recuerdo de la noche anterior le perseguía. Recordaba sus dos personalidades y su propia estupidez. A Cristian que no paraba de tocarla. No se sentía linda, para nada; más bien sentía que sólo podía atraer a alguien sexualmente. No tanto con belleza, porque según sus cálculos, no tenía.

Algo así había pasado y su constante rabia mental la había hecho perder también ese otro día. Probablemente también así el siguiente. And so on.