4.9.09

Corinna

Corinna había estado tanto tiempo en la carrera de ratas, que ya no sabia donde estaba su boca. Su cuerpo ya no le pertenecía y era casi esclava de una rueda de interminables horas. Su destiempo era total. Miles Davis y Kind of Blue se habían subido al avión con ella para perseguirla desde Barcelona a Berlín, ultimamente de las ventanas cercanas a su casa salía "Freddie the Freeloader" y llegaba lejano. Justo anoche hablaba con uno de sus amantes sobre alguien que era un freeloader. Corinna estaba sorprendida porque había escuchado tantas veces esa palabra y nunca había movido un dedo para averiguar qué significaba realmente. Hubiera pensado que era mas bien un contrabandista, pero justamente anoche se lo habían dicho. Era uno como ella, alguien que se aprovechaba lo más posible para recolectar de su entorno lo que fuera necesario presentando el esfuerzo mínimo posible. Aunque a veces, trataba de engañarse a si misma para pensar que era una de esas gentes imprescindibles para el mundo. Cristian le había dicho anoche, que estos freeloaders no le caían muy bien y ahí estaba, tratando de tocarla, acariciarla. No sabía bien porqué le pasaban esas cosas.

Esa tarde estaba sentada en la mesa, delante de su cena para uno y pensaba en frases de poca monta para no sentirse tan inútil. De repente, algo en su interior estalló y pensó una frase que cinco minutos después ya no recordaría. Se levantó corriendo a buscar su cuaderno y grito "Corinna!!!" fue ahí que, al volver a la mesa, la cabalgata infernal que ocurría en su mente pareció aminorar la marcha y pudo escuchar que Freddie the Freeloader a había seguido hasta aquí.

Tan cerca que le tocaba los pelos, le soplaba aire caliente en la nuca. Abría la boca grande y apostándola en su cabeza, expulsaba casi un bostezo en la fría cabeza de Corinna. No podía creer que alguien pudiera ser tan estúpido e ignorante y sin embargo lo era, la cosa más tonta que jamás se ha visto.

Solía Corinna extrañarse cuando se daba cuenta que conocía gente muy copada. No sabía como. Suponía que el Universo simplemente proveía y algunas cosas caían en sus manos como preciosos regalos que no sabía abrir y terminaba rompiendo.

Mientras Miles se esforzaba por llegar a sus oídos, Aledna pensaba siempre más y más. Siempre sería Aledna y punto. Nada de Corinnas o Candidiasis. Aún así, le gustaba corinna porque se le había aparecido en la mente de repente. Entremedio de toda la mierda que su cerebro no paraba de drenar.

Pobre Corinna (Aledna) no sabía muy bien vivir. Hasta casi ni comer ya sabía. Se imaginaba vieja, tipo de sesenta, haciendo amigos más jóvenes para poder sentir que a la gente joven sin cabeza, podría gustarle alguien tan horrible como ella.

Cuando acabó la comida, pensó otra vez en Cristian. Durante todo el día, el recuerdo de la noche anterior le perseguía. Recordaba sus dos personalidades y su propia estupidez. A Cristian que no paraba de tocarla. No se sentía linda, para nada; más bien sentía que sólo podía atraer a alguien sexualmente. No tanto con belleza, porque según sus cálculos, no tenía.

Algo así había pasado y su constante rabia mental la había hecho perder también ese otro día. Probablemente también así el siguiente. And so on.


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