8.9.09

Warte mal

Era una tarde en que Aledna, sentada, miraba la vida pasar, la gente y las horas. Veía que no habían viejos en este nuevo mundo. QUe la persona más mayor que se presentaba por las calles de este barrio que parecía tan suyo, tenía como máximo, que? Cuarenta?
Con una frecuencia de cuatro bicicletas por minuto, pensaba que esta ciudad le gustaba cada vez más. Con cada bicicleta, cada pareja joven o un niño en la sillita de la bici de su madre.
Con una frecuencia un poco menor pensaba en Jeffrey Lewis. Ya de por sí, ese nombre la había atrapado. Había pensado que se trataba de otra persona cuando descargó un par de discos y los escuchaba con inicial indiferencia. Hacia la tercera canción del primer disco descargado, que databa ya de hacía siete años, Aledna enloqueció. La canción que escuchaba ahora hablaba enteramente del Chelsea Hotel. Que era esta nueva conspiración del destino? No hacía ni tres semanas que ella misma había estado hablando de esta canción apasionadamente con un amigo, luego otro y luego otro. Todos la habían escuchado y casi no veían la importancia que tenía esa canción de Leonard Cohen y ahora él, el propio Jeffrey estaba cantando esta canción genial sobre otra canción que, a su parecer, era la crema de encima.
Y ahora escuchaba más atentamente el resto de canciones de ese disco y caía cada vez más que Jeffrey era su alma gemela.
El único problema que se presentaba era que Jeffrey era un pelín famoso o poseía una cierta cantidad de adeptos y odiosos fans que harían que su misión de encontrarlo y jurarle su amor eterno, fuera mucho más difícil.
Pero lo haría, lo había decidido hacia el cuarto día de enloquecer con alguien que sentía tanto como ella. Y cuando Jeffrey la encontrara, se daría cuenta que Aledna era la mujer que lo estaba esperando igual de desdichada, en otras latitudes. 
Tal vez se habían cruzado una vez en el metro cuando estaba en Manhattan, o quizás se tomaron un tren upstate juntos sin reparar el uno del otro. Probablemente no, como diría Jeffrey, pero podría ser.
Aledna había pensado siempre que estaba destinada a producir algo que el mundo no podría de dejar de necesitar. Probablemente esquizofrénica con delirios de alguien que no había sido lo suficientemente social como para darse cuenta que era sólo otra persona. 
Las abejas estaban todo a su alrededor zumbando, aunque no les temía. Había aprendido en las colmenas de su padre que si te entraba el pánico, las abejas lo olían y atacaban con más fuerza. Recordaba algunos de estos capítulos con más pena que miedo, sabía que cada una de las abejas que arremetían contra el traje blanco, morirían en pocos segundos en honor de su reina. Para protegerla daban su vida contra el invasor y usurpador ser blanco. Tal vez para ellas ese ser blanco era el demonio contra el que rezaban en la iglesia abejal. Tal vez no, pero nunca lo vamos a saber no? o bueno sí, el día que se encuentre una abeja con tres rayas amarillas y una blanca, digo siendo el pastor deberá diferenciarse del resto de algún modo. Por todas estas cosas, Aledna simplemente decía para sus adentros mientras esperaba a Cristian "váyanse, déjenme sola"
Su pulso era constante mientras escribía el plan secreto para conocer al hombre que amaba ahora. Mientras, sentada enfrente del Gorlitzer Park, esperaba a Cristian sin grandes expectativas, ni demasiada anticipación. Encontrarse con él era como un pasatiempo para no dar tregua a su otro yo. Para que no tuviera lugar de aparcarse la persona que antes vivía allí.
No pudo terminar las líneas en que estaba intentando preparar el plan, ya que Cristian se le acercó y le sorprendió por detrás, intentando leer lo que escribía.
Esa noche terminaría por olvidar a Jeffrey y a Él, el que siempre la quería no importaba qué pasara. Las respuestas no estaban ni cerca de llegar. 
Más bien pensaba que no había nada otra salida, que no había nada peor que ser conscientemente necio e imbécil. Pensaba que si alguien le preguntara porqué estaba allí, contestaría gravemente: "porque desde que mi padre murió, la familia tiene serios problemas psicológicos que no se han tratado de una manera adecuada por un profesional". Sabía que no podría contestar eso, aunque hizo un intento fallido esa misma noche.
Cuando había un artista en el ambiente solía tener problemas al no encontrar un lugar donde meterse. Solían acaparar la atención y le quitaban a ella la posibilidad de contar al mundo una historia que no era del todo cierta, pero era simple de escuchar. 
La historia de porqué una persona quiere tanto llegar a un lugar, como si la sangre misma lo dictara. Algo que desde dentro suplicaba llegar a ese lugar. Como si allí se acabaran largas noches de ensimismamiento. Tal vez un día ese momento llegaría, pero no era ahí tampoco. Siempre tendría que buscar sin sentido algo que ya no estaba, que se había desvanecido en el aire mientras nadie lo veía. Si bien dolía mucho entender, no tanto así era el explicar; que daba todo tipo de excusas posibles. Hasta que ya no había más manera de excusar lo inexplicable y prefería hacer una mezcla de todas. Justo ahí era donde la gente la dejaba como de lado, lista para carcomerse sola.

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