Berlín, 04 de Septiembre de 2009
Querida traidora,
Te escribo estas líneas para que sepas que la autointoxicación constante que realizas a tu cuerpo te hace perder la claridad y es por eso que hoy no para de resonar en mi cabeza que la claridad ciertamente está oscureciendo otra vez. Es claro que ya no hay espacio para las dos; por lo que te ruego, si puedes perdonarme la vida, por favor. Algo me dice que te estás equivocando y tu juego es nocivo. Recuerda bien lo que te digo anemiga: estamos aquí para otras cosas que no sean estas de herirnos mutuamente.
Desde aquella tarde en que la morera de enfrente de casa te veía bajo el sol rasparte los brazos con botellas de Coronita rotas para que el nombre de quien no te correspondía se clavara en tu piel, o aquellas otras tardes en que encerrada en el cuarto de la Esponda te quemabas los brazos con mecheros escuchando Loco Live de Los Ramones hasta saberte cada una de las veinte letras, las noches que buscabas el fin de petacas de vodka de fresa durmiendo abajo de algún zaguán generoso, o cuando jugabas a ser mayor con tus amigos HIV positivos, con los cuales fumabas largas horas y culminabas la creación de los vicios que ahora te resultan imposibles de abandonar. Siempre supiste que no era eso, pero aún así lo hiciste y yo te miraba largamente. Te quería matar pero yo era la buena, nadie nunca me supo tan cerca como yo de ellos. Vos siempre estabas adelante, seria, enojada, desafiante, ácida, sarcástica, insoportable, inmersa en tu propio sopor. Algo desde siempre te hizo odiar a todos y todo aún más que a vos misma.
Si bien la fe tocó alguna vez tu puerta y podría haberte ayudado a irte serena, decidiste darle un portazo en la cara por sentir amenazada tu libertad que de tan pequeña te hacía tuya, siempre querías más.
Aunque no lo creas anemiga, ésta también es una carta de amor. No hace falta que rebusques mucho en las líneas que contiene, porque ya ves: no tenés ni idea de lo que es el amor. Espero alguna vez lo encuentres entre medio de entre piernas, pelos largos, otros cortos y sesiones de auto flagelo. Tal vez nunca lo hagas, pero espero que sí; ya que soy la única que te conoce bien y tu última bocanada de aire antes de extinguirte me hará desvanecerme en el aire a mi también.
Nadie más que vos misma decidió que se corte tu pequeña ala, aunque te daré el beneficio de la duda que simplemente no hayas sabido como manejarte sin hacer caso a tu verborragia interna. Te faltaron voces de afuera y aprender a escuchar. Muchas cosas como para enumerar ahora que el fin ya se acerca.
No tengo más que hacerte una venia y decirte que; si bien todo esto que te cuento puede sonar severo, algunas cosas estuvieron bien y nada puedo agradecerte más que tus ansias por ver mundo, que me hicieron a mi también ver tantas cosas indescriptibles. Nadie ya podrá quitarlas ni conocer las mismas cosas, solo vos y yo.
Otra vez me despido y te recuerdo anemiga.
Sinceramente tuya,
C
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